domingo, 5 de octubre de 2025

Madame Kübler-Ross y el Alzheimer

Me he acostumbrado a que no estés. Duele, tu presencia siempre ausente me parte el alma. He recorrido descalza un vasto arenal donde se han clavado en mis pies todos y cada uno de los guijarros de la señora Kübler-Ross. Ha dejado de parecerme mentira que todo esto te esté sucediendo a ti: ingeniosa, creativa, disimulando cada día los recovecos de tu alma soñadora. Ya no me enfurezco pensando en los hijos de puta que asesinan, violan, masacran... pero se mueren plácidamente en sus camas, sin perder la lucidez ni por un solo instante, mientras tú, generosa sin límites, cariñosa sin límites, te consumes en una derrota sin destino deshaciendo en mil girones las velas de tu alma. Ya no me valen los “al menos” ni los “mientras tanto” y ya solo lloro cuando tropezamos en un escalón que nos acerca un poquito más al infierno del no ser. Y ahora, que ya me he acostumbrado a que no estés, no me queda nada, porque después de la aceptación solo existe el vacío. La nada. La certeza de que no volverás y a veces, muy pocas veces, la esperanza de que esa parte de ti que ya se ha ido va acumulándose en algún lugar, como pequeñas gotas de rocío deslizándose en un matraz donde a medida que desapareces vuelves a condensarte. Donde algún día puedas volver a ser tú y puedas volver a abrazarme.


Publicado por Farela

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