domingo, 19 de octubre de 2025

El Mati-móvil

 

Corolario de la ley de Murphy sobre el tráfico:
El 99% de los conductores piensan que conducen mejor que la media”.

Echo de menos los coches en los que la pieza principal era el conductor.

 A la edad que tengo ya han pasado por mi vida un buen puñado de coches y vehículos. Algunos que me ha tocado conducir por diferentes circunstancias, pero también un número respetable de los que he sido propietario. Desde aquel 850 que compré de decimocuarta mano, a esté último, novísimo y flamante, que acabamos de recoger en el concesionario.

Y creo que cada coche tiene su personalidad. Aunque algunos de sus propietarios se empeñen en aplastársela a golpe de acelerador y cafradas múltiples al volante. Porque como decían los antiguos, “la vida es una deuda con los dioses”, y hay personas a las que no les gusta tener deudas.

Pero bueno, a lo que iba, cada coche tiene su personalidad, o la que le transfieren sus propietarios en la medida de las actividades para las que los dedican. Así, aquel 850, viejo y decrepito, con su chapa oxidada y perforada, pero que nos transportaba diariamente a un grupo de compañeros hasta la universidad, era callado, un poco perezoso, pero valiente y leal hasta su fin, de puro viejo. El Ford Escort que tuve años después era alegre, temerario y un tanto atolondrado. El volvo S40 era serio y responsable, discreto y seguro, tanto en su línea como en su conducción… En fin, que cada uno de los coches que a lo largo de los años han pasado por mis manos tuvo su momento, su estilo y, como digo, su personalidad. Incluido el volvo S60 que recientemente nos ha dejado, el Mati-móvil. O por mejor decir, sobre todo la tenía él. Un automóvil negro como la sangre de los héroes, firme cual acero sueco y, sobre todo, sumamente formal.

Quizá lo vea así porque, si bien no ha sido el vehículo que más tiempo ha estado conmigo, si que ha sido, con diferencia, al que más kilómetros le hemos hecho. Y el que más lealtad nos ha demostrado.

En su primera etapa, de montura de médico rural, demostró que era capaz de enfrentarse, a lo largo de interminables jornadas laborales, a toda clase de carreteras, caminos y hasta pistas forestales, amenizadas con todo tipo de ocupantes y obstáculos, arbóreos, rocosos o faunísticos, bajo las más variadas condiciones climatológicas, más o menos extremas. Desde nieblas cerradas a bochornos de estío, pasando por cielos que se desplomaban sobre las cabezas de los descendientes de los celtas, rebosantes de rayos, truenos, centellas y demás efectos especiales. Pero también de acompañarte en momentos de soledad, de tristeza o de alegría. De coloridos amaneceres o de húmedos cielos surcados por arcoíris esperanzadores.

Luego, nos acompañó en toda clase de recorridos laborales y sobre todo vacacionales. Hasta el punto de conseguir que sentarse a sus mandos fuera sinónimo de alegría, descanso y hasta libertad.

A lo largo de estos más de diez años, y de las casi siete vueltas a la tierra, en número de kilómetros realizados que hemos recorrido juntos, siempre nos demostró su robustez, su seguridad y su fidelidad. Y que, a pesar de su tamaño, era amable y suave, agradable de conducir y acogedor.

Así que por todo eso, por su camaradería, por su fortaleza y por su lealtad, no nos quedaba menos que dedicarle este pequeño homenaje. Y sobre todo porque, como me hizo ver un buen amigo, fue capaz de dar su vida para salvar las nuestras.





Publicado por Balder

No hay comentarios:

Publicar un comentario