domingo, 11 de febrero de 2024

Le debo mucho a la Ciencia

 

Le debo mucho a la Ciencia, niña frágil.

Hoy hace años que viniste al mundo. Dicen que tras las cristaleras de la vieja sala de partos nevaba. Como en esas antiguas bolas de Navidad, la nieve rodeaba tu llegada al mundo.

No fue el único intento de la madre Naturaleza por complicarte la vida. Ella, que siempre busca el triunfo de los más fuertes, te atacó con saña, niña frágil. Y te hizo pasar por todas las enfermedades que suelen tener los infantes. En tu caso no quiso hacer ninguna excepción y te hizo pasarlas todas. E incluso alguna más que se sacó de la manga y que no viene en el programa de las patologías infantiles. Pero, para bien o para mal, la Ciencia estaba allí, y le hizo el feo a la sabia Madrastra y consiguió que lo superaras todo. Aunque no sin esfuerzo, ni sin la tenaz colaboración de tu abuela y sus cuidados. Sin embargo, yo no descarto que la razón de que no sucumbieras al ataque inmisericorde de todas esas afecciones, no se debiera a que no se pusieran de acuerdo sobre cuál de ellas debía de ser la que te diera el golpe de gracia. Fuera como fuese, el caso es que ahí seguiste, resistiendo.

Luego, tu carácter amable y bondadoso, niña frágil, te hizo ser el blanco del ataque de cuanto matón se puso en tu camino, que no fueron pocos. Y no sólo en el patio del colegio, que también en los claustros universitarios hay brabucones perdonavidas disfrazados de profesores.

Y como, a pesar de sus esfuerzos, la cruel Naturaleza no había conseguido acabar contigo en la infancia, decidió soltar toda la artillería en forma de aquella teórica enfermedad mortal en tu juventud. Una patología, tan peculiar a tan temprana edad, que sospecho que tu historial clínico acabó publicado en alguna revista médica de prestigio. Y para que hubiera más “alegría y regocijo”, no sólo en tu cuerpo sino también en tu alma, hasta hubo algún amable facultativo que te dejó caer aquello de que no convenía que tuvieras hijos, porque no podrías vivir para criarlos. Ya sabes, la estulticia, que no hace distinciones de raza, creencia ni profesión.

No obstante ahí estuvo de nuevo la Ciencia para afearle el intento de asesinato a la madre Naturaleza. Y no sin esfuerzo consiguió que tú y tu resiliencia sobrevivierais a esa nueva afección.

Pero la cruel Madrastra nunca cejó en su intento de acoso y derribo, y te hizo pasar por tantas enfermedades que tú sola podrías rellenar un tratado de medicina. Aunque una vez más, con el inestimable apoyo de la Ciencia, las fuiste curando, paliando o al menos soportando.

Todos esos remedios y tratamientos terapéuticos me posibilitaron llegar a conocerte, unir mi vida a la tuya y disfrutar de una de las personalidades más fuertes y hermosas que nunca pude imaginarme. Y por añadidura me permitieron tener contigo una hija increíble de la que nos sentimos enormemente orgullosos.

Navegar contigo por la vida durante este puñado de años, apenas un suspiro en la inmensidad del tiempo y del espacio, ha sido un orgullo, un placer y un premio que no me he merecido, ni que creo que nunca me mereceré.

Así que le debo mucho a la Ciencia, niña frágil. Le debo lo más hermoso y el principal sentido de mi vida. Casi nada.


Publicado por Balder

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