Hoy nos permitimos publicar las reflexiones de un compañero y amigo, que se dedica a la atención médica rural. Creemos que son muy interesantes, sobre todo para estudiantes de medicina, para médicos residentes y para médicos de otras especialidades que desconocen lo que supone la atención médica en esas circunstancias y lugares, pero pensamos que también pueden serlo para todo el mundo.
La atención primaria (AP) no es uniforme, y tampoco lo es la medicina rural. Cuando empecé a atender estos partidos médicos, hace ya bastantes años, tuve que aprender una serie de habilidades que no me eran necesarias en los consultorios urbanos donde previamente había ejercido.
Más adelante, conociendo y compartiendo experiencias con
otros médicos rurales, pude constatar que el medio, la geografía física y
humana y los componentes culturales y sociales volvían a producir pequeñas o
grandes variaciones sobre el tema común de la AP. La música pertenecía al mismo
estilo pero cambiaba la melodía. No deja de ser el concepto ya conocido de,
antes que nada, establecer un diagnóstico de salud de la comunidad a la que
vamos a atender, para a continuación priorizar las necesidades de salud y
las pautas de actuación a seguir.
Entorno. - Este escrito se sitúa en 2023, en un cupo de 350
habitantes, de media montaña, situado en las sierras exteriores del Pirineo
español, con hábitat concentrado en cinco pueblos pequeños, sin apenas masías,
pues aunque las hubo ya se despoblaron en fecha reciente, quedando alguna
suelta. Son pueblos envejecidos y bastante despoblados, uno de ellos en fase
final de desaparición como puntos de habitación permanente, y pertenecientes a
la Comunidad Autónoma de Aragón. Yo vivo en la cabecera comarcal. Hasta fechas
recientes, había obligatoriedad de residir en los municipios del partido médico
asignado. Este matiz, muy importante yo ya no lo he conocido. Pienso que agrega
valor y dificultad a partes iguales a nuestro trabajo. Yo no quise vivir en los
pueblos donde trabajo, ni quiero hacerlo. A mí me pesa más la falta de
intimidad que acarrearía que las posibles ventajas.
Hay muchos espacios como éste en España. Posiblemente los
problemas, ventajas y necesidades sean muy similares.
Cosas que tuve que aprender.-
HABILIDADES TÉCNICAS.
Aprendí a conducir por carreteras comarcales, y locales. Con
sus baches, su falta de mantenimiento, sus curvas, sus heladas y su nieve, sus
camiones, su estrechez. Tuve que aprender a no tener accidentes con animales.
Creo que más o menos lo he conseguido.
También a conducir con serenidad bajo el estrés de una
llamada por urgencia vital, o un exceso de trabajo. Es un matiz que quiero
destacar, pues no hacerlo correctamente ha llevado a la muerte a algún
compañero nuestro.
Aprendí a llevar en el coche: paraguas, una muda de ropa
entera, botas de montaña, equipo de COVID, vendas, mascarillas de sobra, un
botiquín con antibióticos, antinflamatorios, corticoides, IBP orales para
iniciar tratamientos a tiempo. (Cronodependencia). Además por supuesto del
maletín habitual para avisos.
Aprendí a tener un teléfono móvil con Wasap cuyo número
tienen mis pacientes, y que uso de 8 a 15 horas. Esto en una zona con
dispersión geográfica es a día de hoy imprescindible.
Aumenté mis nociones de informática. Es frecuente que los
soportes informáticos fallen en algún punto de toda la cadena. No
necesariamente en el programa software de sanidad. No es raro que una tormenta
desconecte Internet, y haya que repasar toda la línea para averiguar donde se
ha roto la transmisión. Tampoco es infrecuente que haya que instalar o
recolocar accesorios como impresoras, etc. Si se conocen los entresijos básicos
se ahorra uno mucho tiempo y problemas.
HABILIDADES PSICOLÓGICAS.
Aprendí a aburrirme. Muchos cupos rurales están
sobredimensionados, pues suelen responder a necesidades históricas que ya no
existen, o a dispersiones geográficas que hacen inviable otro reparto. Por otro
lado, su existencia es una oportunidad de oro para tener reserva de tiempo que
permita hacer el número de guardias de atención continuada precisas, sustituir
a compañeros en las libranzas de guardia, las posibles bajas, las vacaciones...
en algunas autonomías se han dado cuenta de ello y los cuidan, fomentan y
promocionan. En estos tiempos de tan difícil reclutamiento y permanencia de
profesionales en el medio rural, los cupos pequeños son una bendición para el
equipo de atención primaria (EAP) que los tiene.
Pero hay que saber soportar la inactividad. El vacío. El
silencio. Y no es fácil. Todos los meses de marzo deseo trasladarme. Se me pasa
en mayo.
Una estrategia relacionada con lo anterior es tener siempre
a mano proyectos de investigación abiertos, que consuman el tiempo libre, o
textos para estudiar y formarse. También asumir labores comunes del EAP, como
la formación, la medicina comunitaria... Si ante este esquema laboral algún
compañero del medio urbano tiene envidia, le animo a venirse al pueblo de al
lado en el próximo traslado. Siempre hay plazas libres. No tendrá mucha
dificultad para conseguir una.
Aprendí a soportar la presión emocional, y a medir mis
palabras y mis actos, y sus consecuencias. Un error o una ruptura de relación
en mi entorno rebota durante semanas o años. No dejas de ver al paciente
afecto, o a sus familiares y allegados. Cada semana. En cada momento. Notas
como recuerdan tu torpeza, o tú recuerdas el desagrado que te producen. Es algo
a manejar. No todo el mundo sabe. Hay casos documentados de alcoholismo
asociados a esta situación de tercera víctima. El traslado puede llegar a ser
necesario.
Aprendí a comprender los problemas de los ancianos. La
soledad, el deterioro, la proximidad del fin. A facilitarles la vida con
pequeñas cosas.
Y aprendí a trabajar en equipo con los farmacéuticos y
auxiliares de farmacia locales, y evitar mil pequeñas tragedias relacionadas
con la provisión de medicamentos y la cumplimentación. Son mis verdaderas
compañeras. Gracias Antonia, gracias Yolanda.
HABILIDADES SOCIALES
Aprendí idiomas. En mi caso, perfeccioné la lengua aragonesa
y la catalana, con sus variantes ribagorzanas de transición, de la una a la
otra. Es muy usual que en entornos como el que yo trabajo se mantengan
variantes de la lengua general (castellano, catalán, vasco o gallego), o
lenguas minoritarias (aragonés, asturiano, aranés, portugués, dialectos
castellanos como el extremeño, el andaluz, etc.) Comprender la manera habitual
de hablar de la zona me abrió muchas puertas, sociales, psicológicas y humanas.
Hablar y escribir estas lenguas, aún más.
Aprendí modos de convivencia. Maneras de saludar, ni mucho
ni poco, como ir al bar. No olvidarme de saludar a nadie. A hacer de taxista
ocasional, a llevar pequeños recados de un pueblo a otro, o paquetes... todo
ello sin exagerar, que tampoco te tomen por el pito del sereno.
Aprendí a manejar los regalos y las muestras de
agradecimiento. A no coger dinero de nadie, salvo poca cantidad y en
excepciones muy contadas, concretamente ancianos aislados que son incapaces de
comprar una caja de bombones pues no conducen, no salen... etc.
Aprendí a negarme a cosas. Ahí lo dejo. Cada uno que
entienda lo que quiera entender.
Aprendí a cuidar mis relaciones personales. Siempre aparece
gente que te cae bien, que tiene aficiones comunes. Si quedas fuera del
trabajo, esto tiene implicaciones. Hay que tenerlo en cuenta a la hora de dar
cualquier paso de ampliación de relación. Ver el apartado anterior. No debe
sorprendernos que un aumento de confianza dé pie a la petición de cosas que no
podemos aceptar. Yo personalmente opino que esta prevención no debe llevar a
paralizar u omitir toda relación personal con los pacientes, yo tengo amigos
entre ellos y me gusta. Todo esto es muy personal. Manéjese según arte.
Aprendí que lo que haga con mi vida, si trasciende, influirá
en mi trabajo. Por ejemplo, si me emborracho en fiestas, o fumo cannabis en
público por la zona. En una ciudad es mucha mayor la intimidad. Eso no es bueno
ni malo, es. Hay que saberlo y manejarlo, también según arte.
Aprendí a entenderme con los poderes públicos locales. A
conseguir mejoras, a coordinar campañas de promoción de la salud, a llevarme
bien con alcaldes y concejales por la cuenta que nos trae a todos. Aprendí a
admirar a la buena gente que se mete en las corporaciones locales y que luchan
silenciosamente porque su pueblo sobreviva al siglo XXI.
Aprendí el inmenso valor de un consejo de salud bien
entendido. Es un medio adecuado de comunicación y resolución de problemas entre
los sanitarios y la comunidad. Con reunirse dos veces al año hay de sobras.
HABILIDADES PROPIAS DE OTRAS CATEGORÍAS PROFESIONALES.
Cada mañana, trabajo sólo. Soy el representante en estos
pueblos del Sistema Nacional de Salud durante un rato. Alguna vez coincido con
enfermería, siempre coincido con el otro proveedor fundamental de cuidados
sanitarios, el botiquín local de farmacia.
Aprendí algunas técnicas de enfermería. Curas básicas,
vendajes, inyectables, intravenosas... hace años me sacó de algún problema
saber sondar y poner goteros. Ahora, gracias a Dios, apenas se dan ya estas
situaciones. El personal de enfermería ha aumentado mucho en número y calidad,
pero la falta de accesibilidad de enfermería en mi entorno aun es llamativa. Es
muy posible que fuera mucho más efectivo tener personal de enfermería diario y
mucha menos dotación de medicina. Venimos de un modelo medicocéntrico y eso se
nota, para mal. No tardará mucho en cambiar. Se ve venir.
Aprendí cosas de admisión; A citar pacientes. A mirar
agendas de compañeros, a informar de las campañas de vacunación. A dar alta
rápida en la historia clínica informática.
Aprendí a limpiar el consultorio ocasionalmente, si la
situación lo requería. Incluso a tirar sal en la puerta alguna vez para la
helada. Esto cada vez está mejor organizado. Hace años era mucho más frecuente.
Los consultorios son mucho más dignos, salvo contadas excepciones.
Aprendí a reponer parte de la medicación y a coordinarme con
mis compañeras de enfermería en este tema. Es muy serio. No podemos estar en un
consultorio rural con la bala de oxígeno vacía. A veces, el uno por el otro, la
casa sin barrer. Actualmente también todo este tema ha mejorado mucho.
HABILIDADES MÉDICAS
En cuanto a la cuestión clínica, lo más llamativo es que,
tal vez provocado por la distancia a los servicios médicos de especializada, se
ingresa menos. No me atrevo a decir que se derive menos, pero si tengo la
sensación de asumir patologías más severas y durante más tiempo que en la
consulta de AP urbana.
Creo que se profundiza más en los tratamientos de patologías
como las reagudizaciones de la insuficiencia cardíaca y la EPOC. También en los
seguimientos crónicos de ambas patologías, y los de otras, como la cardiopatía isquémica
crónica.
Lo mismo se puede decir de las enfermedades inflamatorias
intestinales, de las patologías cancerosas en general y sus complicaciones
menores, sobreinfecciones, síntomas de la quimioterapia, etc.
Los cuidados paliativos se llevan adelante a menudo hasta
fases muy avanzadas que llevan al ingreso final o a veces hasta el
fallecimiento. Esto ocurre menos que hace años.
Lo mismo cabe decir para el paciente crónico complejo y los
pacientes inmovilizados domiciliarios. Vamos mucho a las casas, o creo yo que
debemos ir. El nombre inicial de este trabajo cuando yo me incorporé a él el 7
de marzo del año 2000, era médico de Asistencia Pública Domiciliaria (medico
APD). Toda una declaración de intenciones.
El domicilio es una de las actividades más bellas, útiles,
complejas y gratificantes a la vez que costosas de mi trabajo. No es casualidad
que algunas mutuas privadas, de esas que están de moda, lo obvien en su cartera
de servicios, igual que obvian la asistencia en medio rural, vaya por Dios que
casualidad. Tampoco es extraño que algunos compañeros los eviten (en su argot
los negocian, en mi argot los ratean). Son duros y ocupan tiempo, creo que muy
bien empleado. Si un paciente no puede venir a verte es que te necesita de
verdad. Si no quiere es otra cosa, más desagradable. Cada vez es más difícil
desentrañar ante qué situación de las dos estamos... en el medio rural donde
trabajo, suele ser casi siempre la primera.
Otras muchas patologías propias de la AP son manejadas
idénticamente a los entornos urbanos, o con muy pocas diferencias sustanciales:
la diabetes, la hipertensión, las dislipemias, el tabaquismo, las adicciones,
todas las patologías frecuentes en la consulta de demanda habitual como
lumbalgias, traumatismos, problemas osteomusculares y urológicos, ginecológicos
y de planificación familiar, infecciones respiratorias y digestivas, ansiedad,
depresión. No encontraría grandes cambios.
Ya apenas actuamos sobre el seguimiento del embarazo, pero a
veces es de mucha relevancia, ante complicaciones o enfermedades
intercurrentes. Hay que saber de esto también, más que en el medio urbano.
La disponibilidad de tiempo ha permitido un seguimiento
estrecho de la COVID-19, con controles frecuentes, telefónicos o presenciales,
sin grandes diferencias tampoco con el medio urbano, siempre que no se haya
colapsado. En el medio rural tuve más colchón de tiempo para dedicarlo a la
pandemia.
Algunos compañeros desarrollan grandes habilidades en
algunos campos concretos, como la pediatría, la ginecología, la dermatología,
la cirugía menor o la traumatología. Yo personalmente profundizo en la
rehabilitación y los tratamientos físicos de las patologías traumatológicas. Es
relativamente frecuente que en medio rural haya tiempo para estas actuaciones.
La pediatría siempre está presente, de forma evidente en los
turnos de atención continuada. Un médico rural suele necesitar más formación
pediátrica que un médico de EAP urbano.
El enfoque familiar y comunitario es mucho más evidente, al
conocer y tratar a todos los miembros de la familia y personal del entorno.
Surge espontáneamente, y permite afinar muchas situaciones. Tenemos muchos
datos, aunque el paciente ni los aporte, e incluso ni lo sepa.
Espero que estas reflexiones puedan ser de utilidad a los
compañeros MIR que inician su rotación, y a los estudiantes de medicina que se
pasen por nuestras consultas.
Un saludo a todos.
Peralta de la sal, con boira. Otoño del 2023.
Publicado por José Luis Pérez Albiac, médico de familia.
EAP Monzón rural. Área sanitaria de Huesca. Sector de
Barbastro.
Servicio aragonés de la salud (SALUD).
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