Desde hace
varias semanas el sistema sanitario madrileño está en pie de guerra. Y en los
últimos días el conflicto se ha ampliado a otras comunidades autónomas y
amenaza con hacerlo a varias más. La “marea blanca” se extiende ya por media
España y amaga con hacerlo a la otra media. Lo que algunos pretendían ver, o
utilizar, como el ataque personal a una determinada dirigente autonómica está
demostrando ser un conflicto y una problemática ocasionada por factores más
profundos y estructurales que una mera y rastrera lucha política.
Los
sanitarios están cansados, muy cansados. Cansados de contratos precarios y de
sobrecarga laboral. Cansados de agendas inabarcables con hasta 50, 60 o 90
pacientes que atender en una mañana. Cansados de encadenar decenas de contratos
precarios, con salarios muy inferiores a los de los países de nuestro entorno y
con duraciones de apenas meses, semanas o hasta días sueltos, que no permiten,
ya no el garantizar una mínima seguridad y estabilidad laboral, sino el poder
conciliar una aceptable vida familiar.
Y es que, al
igual que la sequía ha sacado a la luz edificaciones que llevaban decenios
sumergidas en pantanos, la pandemia ha hecho aflorar y exhibir las vergüenzas
de un sistema sanitario que muchos gestores vendían como uno de los mejores del
mundo y merced al cual se atribuían méritos y medallas.
Porque lo
que algunos quieren achacar a un enfrentamiento político, realmente tiene su
origen en una saturación de la Sanidad Pública en general y de la Atención Primaria
en particular, que ya viene de lejos pero que la pandemia parece haber puesto
en evidencia. Y una de cuyas causas principales es el déficit de profesionales
sanitarios.
En 2006,
(hace ya más de 16 años), la OMS publicó un “Informe de salud en el mundo” en
el que planteaba el déficit de profesionales sanitarios que ya había en el
planeta y que en aquel entonces afectaba, sobre todo, a 57 países del tercer
mundo, pero que pronosticaba que se iba a extender a gran parte de las naciones
de otras áreas si no se ponían en marcha las medidas adecuadas. Ese documento
estudiaba las causas del problema y presentaba posibles soluciones.
En ese
informe ya se podían leer frases como:
“En todo el
mundo, los trabajadores de los sistemas sanitarios están sometidos a un estrés
y una inseguridad cada vez mayores porque han de reaccionar a un complejo
abanico de fuerzas, algunas antiguas y otras nuevas”.
“Muchos trabajadores se enfrentan a entornos
de trabajo desalentadores: salarios de miseria, gestores que no ofrecen apoyo,
reconocimiento social insuficiente y un desarrollo profesional endeble”.
“Los
mercados de trabajo en expansión han acelerado la migración internacional [de
profesionales sanitarios] de los países más pobres a los más ricos”.
“Esta crisis puede empeorar en los años
venideros. La demanda de proveedores de servicios crecerá notablemente en todos
los países, ricos y pobres. Si no se incrementa masivamente la formación de
personal sanitario en los países ricos, estas desigualdades crecientes forzarán
cada vez más la salida de trabajadores de las regiones más pobres”.
“Para
superar los escollos que obstaculizan el logro de los objetivos nacionales y
mundiales en materia de salud es fundamental formar trabajadores sanitarios
competentes, motivados y bien respaldados”.
Para
solucionar esta crisis sanitaria el Informe planteaba un plan mundial a diez
años y hacía hincapié en aplicar medidas como:
“Es
fundamental contar con una infraestructura humana sólida para colmar la brecha
que hoy separa las promesas de las realidades en el ámbito de la salud y
anticiparse a los desafíos sanitarios del siglo XXI”.
“Incrementar
las inversiones [en sanidad y
enseñanza], recortar el gasto superfluo y fortalecer las instituciones
docentes”.
“Desarrollar
instituciones docentes sólidas” y aumentar el número plazas de formación puesto
que, “en conjunto, no están produciendo bastantes titulados”.
“Poner en
marcha programas de contratación responsable y coordinación de prioridades, así
como instrumentos de desarrollo para prestar apoyo al personal sanitario”.
“Actuar
ahora para incrementar la productividad del personal mediante la mejora del
desempeño, lograda a través de ajustes de las compensaciones, incentivos
laborales, condiciones de trabajo más seguras e iniciativas de movilización de
trabajadores”.
“Anticiparse
al futuro exige asignar fondos públicos al fomento de la equidad sanitaria, la
prevención y la promoción de la salud”.
“Es
fundamental que los trabajadores reciban una remuneración aceptable y puntual”,
incluidos “permisos de formación o servicios de guardería”.
“[Deben]
aplicarse también otras medidas, como acuerdos laborales flexibles que tengan
en cuenta las circunstancias familiares”.
“Gestionar
la migración de los trabajadores sanitarios”.
“Garantizar
entornos de trabajo seguros”.
“Planificar
la jubilación”.
Pero, al
menos en nuestro país, nadie le hizo caso. En lugar de ello siguió
prevaleciendo la imprevisión en cuanto a la reposición de facultativos, lo que
sumado a la marcha de muchos sanitarios en busca de salarios y sobre todo de
condiciones laborales mejores ha sido la causa del problema con el que ahora
nos encontramos.
A lo largo
de años los sistemas sanitarios, regidos por diferentes partidos políticos, han
maltratado con contratos temporales e inseguridad laboral a sus empleados y no se han preocupado por reponer adecuadamente las bajas temporales o definitivas. La
teoría de la administración era que siempre habría profesionales lo
suficientemente desesperados como para aceptar cualquier contrato basura que se
le ofreciera en la Sanidad Pública.
Y ahora
quieren sacar médicos de debajo de las piedras como si fueran champiñones, como
si de la noche a la mañana se pudiera conseguir un profesional cualificado. Sin
considerar que la formación de un médico dura un mínimo de 10 años.
Y así hablan
de aumentar las plazas MIR, acusándose unas administraciones a otras por no
hacerlo, sin tener en cuenta que la formación de un facultativo especialista
precisa de unos medios físicos, humanos y de unas infraestructuras que no se
improvisan de un día para otro. Medios e infraestructuras que hasta ahora
parece que a nadie le ha preocupado preparar.
Y ahora pretenden recuperar a los facultativos que se marcharon o de importarlos de
otros países sin mejorar previamente las condiciones de estabilidad laboral, ni
garantizar la conciliación familiar, por no hablar de la
cuantía de los salarios, siendo todos estos factores la causa de la emigración
de nuestros profesionales.
A pesar de
todo ello presuponen que los facultativos surgen como setas y que ahora pueden
arreglar en unos meses lo que no se preocuparon en prever ni solucionar a lo
largo de años.
Y es que como
decía Sir Winston Churchill: “El político se convierte en estadista cuando
comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
Y los estadistas, como los profesionales sanitarios, deben de estar en vías de
extinción.
Publicado por Balder
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