domingo, 22 de enero de 2023

Los médicos no son champiñones

 

Desde hace varias semanas el sistema sanitario madrileño está en pie de guerra. Y en los últimos días el conflicto se ha ampliado a otras comunidades autónomas y amenaza con hacerlo a varias más. La “marea blanca” se extiende ya por media España y amaga con hacerlo a la otra media. Lo que algunos pretendían ver, o utilizar, como el ataque personal a una determinada dirigente autonómica está demostrando ser un conflicto y una problemática ocasionada por factores más profundos y estructurales que una mera y rastrera lucha política.

Los sanitarios están cansados, muy cansados. Cansados de contratos precarios y de sobrecarga laboral. Cansados de agendas inabarcables con hasta 50, 60 o 90 pacientes que atender en una mañana. Cansados de encadenar decenas de contratos precarios, con salarios muy inferiores a los de los países de nuestro entorno y con duraciones de apenas meses, semanas o hasta días sueltos, que no permiten, ya no el garantizar una mínima seguridad y estabilidad laboral, sino el poder conciliar una aceptable vida familiar.

Y es que, al igual que la sequía ha sacado a la luz edificaciones que llevaban decenios sumergidas en pantanos, la pandemia ha hecho aflorar y exhibir las vergüenzas de un sistema sanitario que muchos gestores vendían como uno de los mejores del mundo y merced al cual se atribuían méritos y medallas.

Porque lo que algunos quieren achacar a un enfrentamiento político, realmente tiene su origen en una saturación de la Sanidad Pública en general y de la Atención Primaria en particular, que ya viene de lejos pero que la pandemia parece haber puesto en evidencia. Y una de cuyas causas principales es el déficit de profesionales sanitarios.

 

En 2006, (hace ya más de 16 años), la OMS publicó un “Informe de salud en el mundo” en el que planteaba el déficit de profesionales sanitarios que ya había en el planeta y que en aquel entonces afectaba, sobre todo, a 57 países del tercer mundo, pero que pronosticaba que se iba extender a gran parte de las naciones de otras áreas si no se ponían en marcha las medidas adecuadas. Ese documento estudiaba las causas del problema y presentaba posibles soluciones.

En ese informe ya se podían leer frases como:

“En todo el mundo, los trabajadores de los sistemas sanitarios están sometidos a un estrés y una inseguridad cada vez mayores porque han de reaccionar a un complejo abanico de fuerzas, algunas antiguas y otras nuevas”.

“Muchos trabajadores se enfrentan a entornos de trabajo desalentadores: salarios de miseria, gestores que no ofrecen apoyo, reconocimiento social insuficiente y un desarrollo profesional endeble”.

“Los mercados de trabajo en expansión han acelerado la migración internacional [de profesionales sanitarios] de los países más pobres a los más ricos”.

“Esta crisis puede empeorar en los años venideros. La demanda de proveedores de servicios crecerá notablemente en todos los países, ricos y pobres. Si no se incrementa masivamente la formación de personal sanitario en los países ricos, estas desigualdades crecientes forzarán cada vez más la salida de trabajadores de las regiones más pobres”.

“Para superar los escollos que obstaculizan el logro de los objetivos nacionales y mundiales en materia de salud es fundamental formar trabajadores sanitarios competentes, motivados y bien respaldados”.

 

Para solucionar esta crisis sanitaria el Informe planteaba un plan mundial a diez años y hacía hincapié en aplicar medidas como:

“Es fundamental contar con una infraestructura humana sólida para colmar la brecha que hoy separa las promesas de las realidades en el ámbito de la salud y anticiparse a los desafíos sanitarios del siglo XXI”.

“Incrementar las inversiones [en sanidad y enseñanza], recortar el gasto superfluo y fortalecer las instituciones docentes”.

“Desarrollar instituciones docentes sólidas” y aumentar el número plazas de formación puesto que, “en conjunto, no están produciendo bastantes titulados”.

“Poner en marcha programas de contratación responsable y coordinación de prioridades, así como instrumentos de desarrollo para prestar apoyo al personal sanitario”.

“Actuar ahora para incrementar la productividad del personal mediante la mejora del desempeño, lograda a través de ajustes de las compensaciones, incentivos laborales, condiciones de trabajo más seguras e iniciativas de movilización de trabajadores”.

“Anticiparse al futuro exige asignar fondos públicos al fomento de la equidad sanitaria, la prevención y la promoción de la salud”.

“Es fundamental que los trabajadores reciban una remuneración aceptable y puntual”, incluidos “permisos de formación o servicios de guardería”.

“[Deben] aplicarse también otras medidas, como acuerdos laborales flexibles que tengan en cuenta las circunstancias familiares”.

“Gestionar la migración de los trabajadores sanitarios”.

“Garantizar entornos de trabajo seguros”.

“Planificar la jubilación”.

 

Pero, al menos en nuestro país, nadie le hizo caso. En lugar de ello siguió prevaleciendo la imprevisión en cuanto a la reposición de facultativos, lo que sumado a la marcha de muchos sanitarios en busca de salarios y sobre todo de condiciones laborales mejores ha sido la causa del problema con el que ahora nos encontramos.

A lo largo de años los sistemas sanitarios, regidos por diferentes partidos políticos, han maltratado con contratos temporales e inseguridad laboral a sus empleados y no se han preocupado por reponer adecuadamente las bajas temporales o definitivas. La teoría de la administración era que siempre habría profesionales lo suficientemente desesperados como para aceptar cualquier contrato basura que se le ofreciera en la Sanidad Pública.

Y ahora quieren sacar médicos de debajo de las piedras como si fueran champiñones, como si de la noche a la mañana se pudiera conseguir un profesional cualificado. Sin considerar que la formación de un médico dura un mínimo de 10 años.

Y así hablan de aumentar las plazas MIR, acusándose unas administraciones a otras por no hacerlo, sin tener en cuenta que la formación de un facultativo especialista precisa de unos medios físicos, humanos y de unas infraestructuras que no se improvisan de un día para otro. Medios e infraestructuras que hasta ahora parece que a nadie le ha preocupado preparar.

Y ahora pretenden recuperar a los facultativos que se marcharon o de importarlos de otros países sin mejorar previamente las condiciones de estabilidad laboral, ni garantizar la conciliación familiar, por no hablar de la cuantía de los salarios, siendo todos estos factores la causa de la emigración de nuestros profesionales.

A pesar de todo ello presuponen que los facultativos surgen como setas y que ahora pueden arreglar en unos meses lo que no se preocuparon en prever ni solucionar a lo largo de años.

Y es que como decía Sir Winston Churchill: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Y los estadistas, como los profesionales sanitarios, deben de estar en vías de extinción.


Publicado por Balder

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