domingo, 6 de noviembre de 2022

Vandalizando obras de arte

          En el año 2001, después de haber sobrevivido casi intactos durante unos 1500 años, los Budas gigantes de Bāmiyān fueron destruidos por el régimen islámico talibán de Afganistán que había decidido que eran ídolos y por lo tanto contrarios al Corán.

          Desgraciadamente no han sido ni los primeros ni los últimos atentados premeditados contra el patrimonio de la humanidad y no solamente el acto puntual de un loco. Y así, a bote pronto, podemos recordar la destrucción de parte de los monumentos y edificios de Palmira por el ISIS, el saqueo del museo arqueológico de Bagdad tras la invasión estadounidense, el incendio de la biblioteca de Sarajevo con sus más de 700 manuscritos e incunables y más de 155.000 rarezas bibliográficas en la guerra de los Balcanes, el saqueo y venta o destrucción de infinidad de objetos artísticos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, los estragos causados a múltiples obras de arte y edificios religiosos por milicianos y anarquistas en la Segunda República y en nuestra última guerra civil, la destrucción y el robo de un sinfín de creaciones artísticas españolas durante la Guerra de la Independencia, tanto por parte de los franceses como de los ingleses, (que le pregunten a Wellington por la demolición de la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro que competía con las inglesas)... En fin, la lista no tiene fin. 

          Lo más triste es que, en la mayoría de las ocasiones, estos actos vandálicos han sido consecuencia de la incultura y del fanatismo y sus autores realmente no eran conscientes de lo que hacían ni de lo que privaban a las generaciones futuras. Aunque otras muchas veces no podemos descartar, como causa de la barbarie, el afán de lucro, el odio, o simplemente el deseo de causar daño sin más. 

          Pero lo que está ocurriendo en las últimas semanas no tiene ni la justificación de la incultura, ni del desconocimiento de lo que suponen sus actos. Todo lo contrario. Porque que unas personas, supuestamente cultas y preocupadas por el planeta en que habitamos, lo defiendan atacando al patrimonio de la humanidad, a nuestra historia cultural y a fin de cuentas, a objetos que de alguna forma mejoran y embellecen nuestro mundo, es de una estupidez suprema que roza la esquizofrenia. Sería algo así como si para protestar contra la deforestación de la Amazonia a algún iluminado se le ocurriera incendiar las selvas del Zaire. Aunque, visto lo visto, mejor no dar ideas.

          Pero es que además estos individuos actúan con la prepotencia y la resolución de los visionarios y de los fanáticos que nos miran a los demás por encima del hombro porque somos incapaces de comprender lo necesaria que es su cruzada y el bien que están haciendo, en este caso, al planeta. 

          Porque está claro que la masacre en Corea de Picasso, los girasoles de Van Gogh, los pajares de Claude Monet, la joven de la perla de Vermeer o las majas de Goya son culpables de la contaminación ambiental, del cambio climático y hasta de la destrucción del planeta. Porque sólo a un holandés pelirrojo se le puede ocurrir andar pintando flores cortadas, o al otro representando montones de paja apilados de forma muy poco ecológica, o a dos señoras de la más rancia nobleza que con su ropa o con la falta de ella incitan a poner los termostatos como les da la gana, o a una burguesa haciendo apología del saqueo de los productos del mar. Y luego está lo del Picasso ese, que pinta un fusilamiento ¡con balas de plomo! ¡Con lo que contamina eso! Vamos que poco les han hecho tras provocar de esa manera. 

          En fin, ahora en serio, que se creen muy valientes vandalizando el patrimonio y la cultura de la humanidad. De esa humanidad y de este planeta que según ellos pretenden defender. 

          Y encima intentan justificarlo diciendo que es mejor proteger al mundo que a una obra de arte. Como si la velocidad tuviera algo que ver con el tocino. Aunque igual si tiene que ver la untuosidad fatua de sus luchas políticamente correctas” con la velocidad con que nos llevan a la extinción por gilipollas. 

          Así que venga, lobotomicemos nuestra cultura y nuestra historia, destruyamos lo que hace más hermosa y alegre a nuestra Tierra que con eso no me cabe la menor duda de que las multinacionales energéticas, los países industrializados, los productores de petróleo y hasta los ciudadanos de a pie que consumen y contaminan como si no hubiera un mañana verán la luz, recapacitarán y dirán ummm, sí claro, al destruir esas obras de arte he comprendido que hay que cuidar el planeta, así que a partir de mañana seré bueno y no contaminaré nunca más. Ya te digo...


Publicado por Balder.

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