domingo, 23 de octubre de 2022

La cantante muerta

 

Hacía años que se venían utilizado los hologramas para traer artistas fallecidos de nuevo a la vida.

Bien fuera para actuaciones puntuales o incluso para giras mundiales, hacía tiempo que cantantes o actores fallecidos tiempo atrás eran llevados de nuevo a los escenarios para deleite de sus fans o, por mejor decir, de sus nostálgicos, mediante hologramas que recreaban antiguas representaciones aparentando que el artista estaba de nuevo sobre las tablas.

Y aunque antaño había habido compañías productoras que casi habían quebrado por los costes tecnológicos, el descubrimiento de nuevas técnicas holográficas habían abaratado los gastos y los espectáculos con personajes fallecidos se habían multiplicado.

La tecnología era tan realista y eficaz que solo a ojos de auténticos expertos se podía distinguir una actuación real de una holográfica. Lo que suponía una fuente de ingresos nada despreciable para productores y herederos.

Incluso cantantes modernos, que veían como sus carreras musicales languidecían, o que incluso sucumbían, conseguían revitalizarlas al actuar junto a los hologramas de antiguas estrellas de la canción desaparecidas hacía tiempo.

Además, como los fallecidos no solían protestar, se les podía obligar a actuar junto a individuos con los que nunca habrían cruzado una palabra, o en espectáculos de los que habrían salido espantados. Sólo bastaba con encontrar un heredero legal de los derechos de imagen del finado, suficientemente escaso de capital y de escrúpulos, o directamente la ausencia de herederos vivos, para conseguir el prodigio.

Por otra parte, como los artistas de los hologramas no se quejaban por nimiedades, ni demandaban caprichos excéntricos ni onerosos, el negocio estaba más que asegurado.

Así que a nadie le extrañó que se anunciara a bombo y platillo la próxima gira mundial de la cantante, recientemente fallecida, Dear Grapehome. Y a pesar de que ella nunca hubiera actuado en aquel lugar, tanto por razones éticas como ideológicas, a nadie le sorprendió tampoco que el primer concierto se fuera a efectuar nada menos que en Azkanashtán, donde, por esas paradojas de la vida, residía su mayor número de fans.

Su padre, con el que hacía años que no se hablaba, sino era a través de abogados y de demandas judiciales, había concedido una emotiva y muy rentable entrevista en la que confesaba, entre lágrimas, que no podía privar de la presencia holográfica de su hija a los cientos de miles de fans que tenían la desgracia de residir en aquella autocracia que, por atentar contra los derechos humanos en general y de las mujeres en particular, siempre había sido repudiada por la cantante. Y, aunque no lo dijo en la entrevista, si ello le reportaba a él pingues beneficios, pues miel sobre hojuelas.

Pero no había nadie en el mundo, incluidos los fans que iban a disfrutar de la ansiada actuación, que no supiera que Dear se revolvería en la tumba tan solo con imaginar lo que su “querido” progenitor pensaba hacer con su imagen, con sus canciones y con sus principios.

El padre hasta llegó a bromear entre sus más íntimos afirmando que, si su hija le mostraba la más mínima señal de que repudiaba aquella gira mundial, estaba dispuesto a cancelarla aunque aquello le supusiera dejar de ganar una fortuna e incluso tener que afrontar demandas millonarias.

Y claro, como la señal no llegó, o si lo hizo nadie la percibió, la preparación del espectáculo siguió en marcha.

Y llegó el ansiado día del estreno. Se habían vendido todas las entradas y decenas de miles de personas ansiosas abarrotaban el estadio y aún los alrededores del mismo.

Como además los ensayos se habían efectuado con la más absoluta discreción y con el mínimo personal necesario, la expectación era mayúscula, no solo en la ciudad anfitriona, sino en todo el mundo.

Varias televisiones de diferentes países habían adquirido, a precios astronómicos, los derechos para retrasmitir la gala, bien en directo o bien en diferido, y todas esperaban recuperar con creces lo invertido.

Todo estaba dispuesto y se rumoreaba que los efectos especiales preparados para acompañar el evento iban a ser apoteósicos. Aunque lo cierto es que se quedaron cortos.

Todo comenzó con un inesperado descenso de las temperaturas y con la llegada de un frente de nubes negras que amenazaban tormenta. A pesar de ello y de que el recinto donde se iba a celebrar el evento estaba sólo parcialmente cubierto, el padre y promotor del espectáculo se negó a suspenderlo manifestando que sería una decepción y una contrariedad para todos los que lo esperaban anhelantes y, aunque no lo dijo, también para su bolsillo.

Y comenzó la actuación.

Al publicó le sorprendió y en general le pareció una idea muy original el hecho de que sobre el escenario no apareciera una sola imagen de la cantante muerta, sino dos. Y los hologramas eran tan realistas y los efectos especiales tan extraordinarios que mientras una de las proyecciones de la intérprete entonaba las canciones de la forma tradicional, la otra le hacía los coros y hasta parecía improvisar sobre la melodía y la letra original. Nadie percibió que los miembros del equipo técnico estaban tan sorprendidos como el resto del público. Ni que el padre de la artista contemplara la actuación primero con asombro, posteriormente con estupor y finalmente con auténtico horror.

Conforme se iban desarrollando los temas musicales, se iba incrementando el entusiasmo de los espectadores, al tiempo que comenzaba a desencadenarse una tormenta eléctrica como no recordaban ni los más viejos del lugar.

Tal llegó a ser la perturbación atmosférica que los innumerables rayos parecían formar parte de la iluminación y de la pirotecnia del espectáculo. Y los truenos subsiguientes hasta parecían complementar los efectos sonoros y el acompañamiento rítmico de las canciones.

Algunos de los técnicos buscaron ansiosos al señor Grapehome para requerirle que detuviera la representación, pero este, presa de un pánico desatado, abandonó el palco para encerrarse en el camerino que tenía asignado.

Cuentan los asistentes que, más o menos en ese instante, una de las proyecciones holográficas de la cantante, lanzando una carcajada escalofriante, abandonó el escenario. Aunque a nadie le sorprendió demasiado puesto que en sus actuaciones en vida la artista lo hacía habitualmente para reponerse en el camerino con diferentes variedades de alcohol o de otras sustancias estimulantes. Y supusieron que formaba parte del guion.

Lo que sí que sorprendió a los que se hallaban más cerca fue el ver como el holograma avanzaba entre bastidores hasta desaparecer atravesando la puerta del camerino donde se encontraba encerrado, a cal y canto, el padre de la artista, así como el escuchar los gritos estremecedores que a continuación salieron del habitáculo.

Aunque como en ese instante un rayo alcanzó el equipo electrógeno del escenario, dejándolo todo a oscuras y generando una ola de pánico entre los asistentes que se apresuraron a abandonar aterrados el recinto, a nadie le preocupó lo que pasaba entre bambalinas, ni mucho menos en los camerinos.

Además que la huida incontrolada del público, o los rayos que no dejaban de caer, demolieron por completo el escenario y con él los focos, los proyectores y todo el equipo tecnológico de imagen y sonido. A pesar de ello los asistentes no dejaron de oír en ningún momento la voz de la artista entonando a capela y con una voz angustiosamente desgarrada su mítica canción “Back from black death”.

Y con aquel caos desatado concluyó irremediablemente la función.

Al parecer los fenómenos electromagnéticos atmosféricos afectaron en mayor o menor medida a todas las grabaciones, tanto a las profesionales de las cadenas televisivas como a las de los móviles de los espectadores, con lo que no se pudo recuperar ni un minuto de la extraordinaria actuación, ni de los hechos luctuosos que acontecieron. E incluso el propio vídeo original se magnetizó de tal forma que quedó totalmente inutilizado y nunca más pudo volver a reproducirse.

Eso convirtió a los supervivientes del concierto en unos privilegiados, pues habían contemplado una gala que ya nunca más podría repetirse. Y a pesar de toda aquella catástrofe, de las avalanchas de pánico que sobrevinieron y en las que muchos de los asistentes fueron literalmente aplastados y del incendio subsiguiente que ocasionó la muerte de decenas de personas, entre ellas de todo el equipo técnico, de los organizadores de la gala y del propio padre de Dear, lo que nadie pudo negar es que el espectáculo fue estremecedor, extraordinario y todo un éxito.


Publicado por Balder

4 comentarios:

  1. Fantástica imaginación

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  2. Esta historia me atrapó. Se veía el final. Espero que al padre de Amy Winehouse no se le ocurra meter mano en el negocio.

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  3. Muchas gracias.
    Yo también lo espero, pero ya sabe, "la avaricia rompe el saco".

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