domingo, 26 de septiembre de 2021

Estamos solos

          Estamos solos. Lo sé hace mucho tiempo, pero como todo lo doloroso en esta vida he intentado posponer el mirar a la realidad de frente durante el máximo tiempo posible.

          No me engaño ni me miento a mí misma, sé muy bien que está ahí, acechante, enviándome mensajes silenciosos sin dejarme obviar por completo su existencia, su verdad.

          Estamos solos y ni siquiera podemos contar con nuestra mutua compañía, nos han machacado tanto que nos miramos los unos a los otros con suspicacia y recelo.

          Ya no somos compañeros, somos sólo un contingente desesperado de supervivientes que camina en medio de una realidad un poco zombi, en un mundo diseñado por Manel Loureiro donde a estas alturas ya no sabemos bien quienes somos ni de qué lado estamos.

          Sólo sé que para la población somos “el enemigo”, que da igual las horas que le dediquemos a esto, tu entrega, tu trabajo, siempre necesitan más, absorben más, piden más, tu sangre, tu vida, tu energía; y esta sucesión de políticos infames lo único que ha hecho durante décadas es alimentar a la alimaña, fomentar la envidia y el rencor hacia los demás, nos han transformado, con todos mis respetos, en “la criada que cura las enfermedades”, “el todo a cien de la farmacopea anunciada en televisión”. Hemos pasado del paternalismo al servilismo sin darnos cuenta. Del miedo a la falta de respeto.

          En esta España de hidalgos bastardos todos creemos descender del rey, y eso por pura y endogámica genética no es un motivo de orgullo sino algo que desafortunadamente nos iguala para mal. Nadie envidia las noches, los años que has pasado estudiando, la juventud que dedicaste a formarte, las renuncias de tu familia, (afortunadamente para la profesión no todos somos hijos de marqueses), y las tuyas propias. En los mejores momentos de la cultura del ladrillo he llegado a oír en la consulta con altivez y desprecio comentarios del tipo “yo sin estudios gano en un día lo que tú en un mes”, y ahora esos mismos presuntuosos se llenan la boca de decir que nos pagan un sueldo que encima resulta miserable si lo comparas con el de cualquier médico europeo; un sueldo del que nos hemos quejado en muy pocas ocasiones, quizá porque vivimos cada día realidades de auténtica necesidad y privación y en el fondo nos sentimos privilegiados por recibirlo cada mes. Pero de ese sueldo nos dedicamos a pagar, cuotas colegiales, seguros de responsabilidad civil, formación, los vehículos propios en los que hacemos la atención a domicilio y a veces a auténticas emergencias en medio del monte y de la nada, y otras muchas cosas asociadas a nuestra profesión y de las que nadie echa cuenta. No me gusta quejarme de temas económicos, porque sé que en este país de envidias y desamores hay quien no solo no lo entiende sino que se alegra de que el médico sea un “pringado”, pero hoy estoy de jornada de boca abierta y que quieren que les diga… con su pan se lo coman y les haga buen provecho a quienes se alegran de que quien ha dedicado su vida a formarse y atender a la salud de los demás tenga que pagar por ello.

          Estamos Solos. Los Médicos de Familia más. No importa el tiempo fuera de tiempo que le regalas a la empresa y a los pacientes, el desgaste personal y profesional. Ni siquiera por egoísmo somos capaces de ver el riesgo en que eso nos pone como pacientes y como población (seguro que nadie se subiría a un avión a sabiendas de que el piloto está agotado y no ha dormido en las últimas 72 horas, pero si el que lo está es su médico le da igual). Nada importa salvo poder acudir al Centro de Salud de cien en cien o de mil en mil, si es necesario, a pedir consultas muchas veces absurdas, a atender presencialmente a quien menos lo necesitan en detrimento de quien tiene más falta de atención pero no se maneja con internet o con la maldita maquinita contestador, pero si podría venir a pie a pedir una cita. Nos han transformado la sanidad en una oficina bancaria cualquiera donde, sepas o no, te las tienes que arreglar con el ordenador o el cajero automático. Y no, eso no lo hemos elegido ni diseñado los profesionales. Nos han diseñado un sistema donde una parte de la sociedad totalmente carente de autocrítica acapara sin ningún escrúpulo y en virtud de ser más “listo”, más rápido, o contar con más medios, los recursos sanitarios, generando un gasto y desgaste desmesurados y en detrimento de los más frágiles que con frecuencia son los que tienen menos capacidad de acceso a un sistema de híperdemanda sin filtro y quedan relegados y abocados a listas de espera interminables, retrasos, asistencias urgentes y un largo etc. de elementos negativos interminables de enumerar. No, no nos gusta, nos da más trabajo porque nos obliga a hacer el doble para que esas personas puedan acceder al centro en igualdad de condiciones que los demás y a hacerlo con un desgaste físico, mental y emocional que condiciona la buena calidad asistencial. Eso, queridos amigos, no lo hemos creado, gestado, ni siquiera imaginado los profesionales, eso se lo ha sacado de su mágica chistera el político inepto de turno que ni de lo suyo sabe cómo para saber de lo ajeno.

          Eso se gesta cada vez que se nombra, un, una o une inútil (curioso que la palabra en sí carezca de género, da que pensar que desde tiempos inmemoriales se podía aplicar esféricamente) para un puesto importante; cada vez que se crea una cartera ministerial de lo absurdo y se dedica el dinero de la sanidad y la educación a otros fines y afines que serían altamente prescindibles si hubiésemos dedicado un mínimo de tiempo a enseñar y a crear una sociedad libre y comprensiva, empática y educada.

          Pero estamos solos y seguiremos solos. En las redes sociales seguirá alimentándose el odio y el desprecio a quien hemos dedicado nuestra vida a estudiar y trabajar, globalizando un juicio sumario hacia toda una profesión por el mal hacer de unos pocos y seguirá fomentándose una accesibilidad insostenible a un sistema agotado para después, cuando todo caiga, seguir señalados como culpables y nos encerraran en una nueva cárcel de alta seguridad a gusto y beneficio de una sociedad tan absolutamente mal educada o deseducada que ya ha perdido toda capacidad de reacción frente a quien de verdad tiene la culpa. Una sociedad zombi a la medida de años de desidia, desinformación y titulillos con tufo de memoria historicista, que no histórica, (esa es otra cosa mucho más digna y equitativa que la que nos han vendido). Una sociedad que no distingue una verruga de una herida y lo peor de todo que ya no quiere hacer el esfuerzo de aprender a distinguirla.

          Estamos solos y se sabe, porque si no lo estuviéramos tendríamos valor para, parafraseando a los nobles en el juramento de los Reyes de Aragón, decirles a los políticos como profesionales sanitarios que somos: “Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros, y libertades; y si no, no”. Y nos permitiríamos también la libertad de decirle a la sociedad a la que como profesionales atendemos, sin soberbia, pero también sin falsas modestias que no nos consideramos más que nadie, pero tampoco menos y que la humildad profesional no está reñida con los derechos laborales y por supuesto con el derecho a pedir, exigir y solicitar a los políticos y a los pacientes respeto y reconocimiento a nuestra labor y a nuestro esfuerzo. Exigir que se borren para siempre frasecitas como “tienes que darme...”, “a ti te pago yo”, “a ti que más te da si sólo es una firmita”, porque esa firma tiene detrás años de estudio y trabajo y el peso de una responsabilidad civil y penal que tenemos el deber de defender con todas nuestras fuerzas y el derecho a que se reconozca y se remunere de una manera proporcional y adecuada.

          Estamos solos. En medio de este sueño absurdo de papá, mamá y nodriza estado que todo nos lo da y en todo nos protege, que ha actuado con nosotros como esas avanzadillas de pequeños camellos que te van regalando un poquito hoy, otro poquito mañana, hasta que te hacen tan dependiente que ya no puedes liberarte de sus garras y venderías a tu madre por otra dosis más. Nos reducimos a eso. Yonquis de “papá estado” que debe de sacrificar a todo cuanto cordero satisfaga a las multitudes votantes y que cuando ya no queden corderos hará que nos devoremos los unos a los otros como alimañas, mientras los elegidos giran su pulgar hacia abajo y aplauden desde las gradas de un circo creado para su supervivencia, deleite y diversión.

          Así que si eres uno de los pocos afortunados que aun cuentas con una mano amiga, apriétala fuerte y prepárate para morir como los antiguos cristianos en el circo romano, cantando lo que buenamente sepas y puedas y abrazado a los que amas y son como tú, muriendo por el único e inexcusable pecado de haber tenido fe en la medicina como profesión en un país donde la envidia es la única religión verdadera.

          Estamos Solos.


Publicado por Farela

4 comentarios:

  1. Situación totalmente extrapolable al mundo de la docencia, lamentablemente.

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    1. Gracias por tu comentario con el que estoy totalmente de acuerdo.

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  2. Solo quería comentar que cuando necesite una mano que me apriete, espero encontrarme contigo o con alguien que ame la profesión como tú,

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    1. Muchas gracias. Espero de corazón que siempre tengas a tu lado una mano amiga.

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