domingo, 22 de noviembre de 2020

Las manos del Yayo Félix

          Siempre me han impresionado las manos de los demás. Reflejan, quizá tan bien como el rostro, nuestra historia personal y profesional. Me sobrecoge el paso del tiempo dibujado en las articulaciones y la piel, las venas tenues o prominentes, la fuerza y la delicadeza que son capaces de transmitir a la vez. 

         Las primeras. Las del Yayo Félix, incomprensibles sin el amor incondicional y extraordinario cuidado de su huerto. Modeladas por años de trabajo manual, viento, frío, sombras, heladas y calor extremos. Dulces y delicadas para cuidar la vida. Recias y duras para sostenerla.

          Morenas del exterior duro de un niño de la posguerra, profundamente arraigadas en los surcos celtíberos del Aragón más camueso. Surcadas por las grietas de un clima, pocas veces amable, y casi siempre extremo, y por la aridez de una tierra sedienta pero profundamente agradecida por cada mimo y cada gota de agua.

         Sus manos. Sus frutos. Su vida...




Publicado por Farela

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