domingo, 15 de noviembre de 2020

El día en que se paró el mundo

 

Siempre me ha gustado leer citas y frases de personajes o de pensadores históricos. Bueno, también me gustaría poder quedar con ellos para charlar en torno a un café, lo que imagino que sería una experiencia cuando menos entretenida. Pero me refiero a que siempre me ha gustado leer sus comentarios, pensamientos, o las frases históricas de estas personas. También me colecciono frases de películas, pero esa es otra historia.

El caso es que todos los años tengo en mi mesa de trabajo un calendario de taco, de estos que tienen una página por día. Y me gustan especialmente aquellos en los que en cada página hay una frase curiosa, o reflexiva, o divertida, de algún pensador, científico, o simplemente de algún personaje histórico. Es una forma trivial de comenzar el día leyendo, en un par de líneas, lo que se le ocurrió a alguno de estos personajes en otras circunstancias, en otros tiempos, casi en otros mundos.

Pero cuando llegó aquel 15 de marzo de este aciago año de 2020, la cotidianidad se fue al tacho, junto con nuestros planes, nuestros proyectos y nuestras certezas. En mi caso, como en el de tantas otras personas, cambió de forma radical mi día a día.

Y el aleteo de aquel murciélago en China, generó un huracán en Europa que despedazó nuestra rutina habitual, nuestro tiempo de ocio, y sobre todo nuestro trabajo diario que, en mi caso, como en el de tantos otros empleados de “servicios esenciales”, se hizo mucho más intenso, estresante y en muchos aspectos descorazonador.

Con todo ello, primero por despiste, falta de tiempo y ganas, y en segundo lugar por un intento irracional de detener el tiempo, decidí dejar el calendario en aquella página del 15 de marzo. En principio, como digo, fue simplemente olvido o desidia por el estrés, pero luego fue de forma totalmente consciente, con la secreta esperanza de crear un paréntesis en esta época hasta que todo vuelva a esa feliz normalidad que todos anhelamos, y que cada vez se nos antoja más lejana.

Y cuando por fin, en septiembre, comenzó mi primer permiso de vacaciones tras un trabajo agotador, estresante y angustioso de meses. Y me volví a sentar ante la mesa de trabajo de casa, con la idea de ordenar papeles, archivos informáticos y de desconectar de la que durante este tiempo había sido mi triste cotidianidad. Y me quedé mirando el calendario detenido en ese ya lejano día de marzo, y se me fueron los ojos a la frase que me ofrecía esa página. El texto era nada menos que de Luis XIV de Francia, el Rey Sol. Uno de los personajes más poderosos de su tiempo. Y por un momento me hizo sonreír, y me pareció tremendamente representativa de lo que diría la sociedad actual ante la pandemia que sufrimos. La frase era una interrogación que rezaba así: “¿Cómo puede Dios hacerme esto a mí, después de todo lo que he hecho por Él?

Y es que me imagino a la humanidad actual, trasfigurada en un personaje tan fatuo, orgulloso y soberbio como lo fue el Rey Sol, lanzándole esa recriminación a la Providencia, al Planeta, a la Naturaleza o al Cosmos. ¿Cómo puedes hacernos esto a nosotros, a la humanidad?

Y la humanidad, transfigurada en ese animal miedoso, idiota y peligroso que es la masa, es incapaz de ver lo que llevamos años haciéndole a la naturaleza y a todos los ecosistemas. Porque llevamos siglos agrediendo y destrozando al planeta, a sus recursos, y con ello a nuestro propio futuro, y al de nuestros hijos. Y era previsible que todo eso nos explotara en las narices antes o después.

Y mientras el mundo sigue parado, y las cifras de enfermos y de muertos continúan aumentando inexorablemente, siguen surgiendo negacionistas, irresponsables, egoístas autocomplacientes, o simplemente inconscientes, que piensan que todo es mentira, o que les da igual el resto porque lo fundamental es su ombligo, o que es más urgente discutir sobre el sexo de los ángeles que ayudar a vencer la crisis sanitaria y económica que nos acucia. Porque en el fondo se creen, como el Rey Sol, que están por encima del bien y del mal, y que a ellos no les pasará nada, porque “nada han hecho”, porque “no son responsables de nada”, y porque “no se merecen que les pase nada”. Como si solo entraran en las UCIs los tontos, los pérfidos y los malvados.

Pero la Naturaleza, sabía madrastra implacable, nos ha dado una colleja y nos sigue recordando cuán frágiles somos, y que aunque nos creamos los reyes de la Creación o del Mambo, basta un minúsculo guijarro en el camino en forma de insecto, de bacteria o de virus, para que todas nuestras expectativas se desmoronen junto con nuestro orgullo, con nuestra fatuidad y con nuestra soberbia. Y no nos queremos enterar, y seguimos pidiéndole cuentas al maestro armero. Y así nos va.


Publicado por Balder

2 comentarios:

  1. Comparto totalmente tu manera de pensar ,que has sabido plasmar tan magnificamente.LLevo semanas que cuando hablo con mi Dios (cada cual que elija lo que quiera naturaleza ,fuerzas cosmicas etc...)Yle pido ayuda ,para que nos ayude a superar esta horrible situacion ,y le pregunto en mi frustracion,por que hemos llegado a esto ,yo misma me respondo :¿y te extrñas despues de todo lo que lleva haciendo el hombre a sus semejantes ,a su tierra a sus magnificos oceanos, que nos dan el sagrado Oxigeno que necesitamos para sobrevivir. Destruccion es lo unico que sabemos hacer muy bien,la hmanidad .Los unos a los otros ,siempre guerras,crueldad abuso de nuestro entorno ,lo quemamos,lo contaminamos, lo destruimos de mil maneras .
    ¿Y de verdad nos extrañamos de lo que nos esta pasando?

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