La vida no es justa. Luchamos contra molinos que son
gigantes y que con sus aspas nos arrojan, una y otra vez, contra la dura
realidad.
Realizamos cada día ímprobos esfuerzos que nos
agotan, solo para conseguir, una vez más, estrellarnos contra imponderables.
En ocasiones
conseguiremos nuestro objetivo, y nos deleitaremos con la miel de la victoria,
y creeremos ser felices, al menos por unos fugaces instantes; en otras raras
ocasiones la vida nos sorprenderá recompensándonos por méritos que no creeremos
propios, y nos sentiremos como si estuviéramos escamoteándoselos a alguien;
pero en la mayoría de las ocasiones nos revolcará por el polvo de la dura
realidad y llenará nuestra boca de amargas lágrimas y de las cenizas de la
derrota, y sentiremos que padecemos una injusticia...
Parafraseando
a Erik Dondarrion de “Juego de tronos”: “la muerte (o la vida) es el enemigo,
el enemigo siempre vence. Pero aun así debemos combatirlo."
Porque no
queda otra.
Al final de
cada día, y sobre todo al final de nuestra vida, solos, siempre solos con
nuestra conciencia, no nos preguntarán si ganamos y disfrutamos del dulce
hidromiel de la victoria, o si perdimos y degustamos la hiel amarga de la
derrota; solo nos preguntarán si luchamos y como lo hicimos. Y los hados y
nuestra propia conciencia, el más duro de los jueces, solo admitirán una
respuesta válida y aceptable: Si, peleé, luché y me esforcé, en la medida de
mis fuerzas.
Solo entonces
los jueces nos sonreirán, o al menos no nos mirarán con enojo, y asintiendo
severamente, nos dejarán pasar.
Así que
venga, límpiate el polvo de la última batalla, descansa, toma aliento y, empuñando una vez más tus armas, prepárate a enfrentar la próxima contienda. Tú
puedes. Sabes que aunque no me veas, y en la medida de mis posibilidades, yo
estaré luchando siempre a tu lado, codo con codo contigo, y junto a ti.
Publicado por Balder
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