domingo, 20 de septiembre de 2020

La soledad del portero


Tal vez fuera cierto que, como decía don Martín, el presidente, eran más que un equipo, pero allí en la portería él siempre se sentía solo.
Y en las últimas jornadas, con la presión de los resultados, con la crisis, y con su eficacia cada vez más puesta en tela de juicio, veía peligrar su puesto.
No importaban sus años de dedicación. Se había incorporado siendo apenas un alevín y ya hacía tiempo que peinaba canas. Tampoco su eficacia en los años anteriores, ni el que cada tarde se partiera el alma por mantener la portería impoluta o por bloquear cualquier intento de infiltración en su área.
Años atrás había sido experto en bloquear las incursiones de aquellos jóvenes extranjeros, o la de cualquier otro individuo que presentara intenciones sospechosas contra la integridad de su portal, rápidos como liebres, siempre dispuestos a cazarlo con la defensa baja.
Pero últimamente, cada vez que lo pillaban en algún renuncio, en algún despiste, o peor aún, en alguna salida inoportuna, don Martín se apresuraba a recriminarle y a afearle su labor al final de la jornada.
A él no le habían bajado el sueldo un cinco por ciento, pero estaba convencido que la crisis acabaría por pasarle factura.
Y finalmente aquella tarde de domingo fue la debacle. Hasta en tres ocasiones le pillaron batido y se colaron por delante de su portería con desastrosas consecuencias a pesar de sus esfuerzos. Por eso no le extrañó que el lunes el presidente le convocara urgentemente a su despacho.
La conversación fue breve.
Toda una vida de trabajo y sudores quedó finiquitada con aquella única frase:
- Como ya sabrá, en la última junta de la comunidad de propietarios se decidió poner un portero automático en el portal del edificio, así que vamos a tener que prescindir de sus servicios.


Publicado por Balder

No hay comentarios:

Publicar un comentario