domingo, 6 de septiembre de 2020
El Ave María
Vladimir miró una vez más la partitura y, tras apenas un instante de duda, escribió junto al título “Anónimo”.
Finalmente había conseguido editar el disco de música antigua, lo cual no dejaba de ser un logro en la Unión Soviética de 1970. Y además con cierto éxito. En él se podían escuchar, interpretadas por el mismo Vladimir al laúd, junto con un organista y una mezzosoprano, diferentes composiciones que supuestamente formaban parte del folclore europeo de los siglos XVI y XVII, o que eran atribuidas a diferentes compositores barrocos, escasamente conocidos o incluso anónimos. Aunque la obra que se hizo inmensamente popular desde el principio fue el Ave María de autor desconocido, que posteriormente se atribuiría al compositor barroco italiano Giulio Caccini. Con los años se hicieron cientos de versiones, orquestaciones, adaptaciones y grabaciones, y para muchos sigue siendo el Ave María más hermosa jamás compuesta, por encima incluso de las de Schubert o la de Gounod.
El intérprete, Vladimir Vavilov, apenas pudo disfrutar de aquel éxito, pues apenas tres años después, en 1973, fallecía de un cáncer de páncreas, prácticamente en la miseria, tras haber dado a conocer al mundo tan hermosa obra musical. Y con su muerte trató de llevarse a la tumba el auténtico origen de las composiciones. Y es que, aunque el título del disco era “Música de laúd de los siglos XVI-XVII”, la mayoría de las obras distaban mucho de ser de esos siglos. Básicamente porque habían sido escritas por el propio Vavilov. Incluida el Ave María.
Hasta años después de su muerte no se descubrió el secreto de su auténtico autor.
Mucho se ha elucubrado sobre porque el compositor ocultó siempre su autoría que podía haberle aportado pingües beneficios, incluso en la Unión Soviética.
Sus profesores, sus amigos y hasta su familia siempre le habían recriminado su falta de ambición. Y aunque finalmente había conseguido, en contra de su voluntad, cierto renombre como intérprete de laúd y de guitarra, fundamentalmente de composiciones de música antigua, bajo ningún concepto estaba dispuesto a que lo reconocieran como compositor. A pesar de ello se complacía en secreto con que sus obras fueran interpretadas y escuchadas, y quien sabe si hasta apreciadas, con tal de que nunca se las atribuyeran a él. Por eso nunca se había preocupado de reclamar la autoría de sus partituras, y siempre las había atribuido a otros compositores convenientemente fallecidos, extranjeros, desconocidos y antiguos. Y cuanto más antiguos, vetustos y alejados de él, mejor.