domingo, 15 de marzo de 2020
Vivir con el Coronavirus y su amiga la incertidumbre
El abuelo de una amiga mía era pescador de la Barceloneta. Cada madrugada se levantaba, preparaba sus cosas y se metía en el Mediterráneo a pescar. Hacía sus cálculos, pues no era un imprudente, y se llevaba el material necesario, la comida, etc. Contaba con volver al puerto por la tarde, y esperaba pescar lo suficiente.
Pero no lo sabía.
Vivía con INCERTIDUMBRE. Y lo tenía asumido, no le importaba. O en todo caso, sabía que si le importaba a él o no, era indiferente. Era lo que había y punto.
Hace años que los humanos intentamos quitarnos de encima la INCERTIDUMBRE. Queremos saber a qué atenernos, para PLANIFICAR. Nos sentimos mejor sabiendo que cuando salgamos en barca a la mar, no nos pillará una tormenta, pescaremos lo suficiente, no tropezaremos con un arrecife, y volveremos a la tarde al puerto. Es lo mejor. Eso buscamos. En muchos sentidos la sociedad del 2020 española, y europea, lo había conseguido.
Bueno, pues a partir de este mes de marzo, por estas tierras nos tocan cincuenta y tantos días de INCERTIDUMBRE.
Sin poder programar las cosas, con variaciones inesperadas sobre nuestras previsiones.
Con protocolos que se quedarán obsoletos en días u horas. Con decisiones cambiantes, dudosas, tomadas por personas, colectivos, e instituciones, envueltas en una fuerte dosis de penumbra.
Tocará perder dinero, dejar de hacer cosas...
Pasaremos estos días con molestias, con follón, sin reuniones; con cambios de programación y de hábitos... y con lo que nos vaya tocando en cada momento, variando incluso en horas respecto a la planificación previa que nos habíamos hecho.
Es lo que hay, no queda otra, habrá que llevarlo lo mejor posible. Cuanto antes lo asumamos, mejor.
Y cuando pase, veremos cómo hemos quedado, y qué podemos volver a hacer y qué no.
Texto de nuestro amigo y artista invitado Cheperez
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