La memoria de la piedra
Deambulo por estos
callejones estrechos y umbríos donde permanece intacta la memoria del roce de
tu piel sobre mi piel, de tu mano y la mía que se encuentran en un impulso
instintivo, ancestral, al amparo clandestino de unas sombras que nos son
propicias. Aún permanecen intactos en la piedra nuestros pasos sigilosos,
buscando los caminos oscuros que evitan los turistas, pero que evitan, sobre
todo, nuestros amigos. Esos rincones construidos de piedra, lluvia y viento,
donde casi sin querer, y al amparo de los viejos soportales, se rozaban
nuestros labios en un beso rápido, prohibido, hurtado de una realidad que no
nos pertenece; inexistente para ese mundo que nos rodea mas allá de las
sombras. Un beso que es en cada ocasión a la vez una despedida y su preludio,
un no saber si existirá otro día, otra vez, otro beso como aquel, casi
inconsciente, superficial y apurado como nuestros pasos que se separan
presurosos cuando la luz nos alumbra, nos empuja y nos reencuentra con una
realidad que ya no somos nosotros, solo tú y yo por separado, dos personas
diferentes, ajenas a un sueño que nos dio miedo construir y transformar en
realidad.
Si alguna vez vuelves
por este “bulevar de los sueños rotos” debes de saber que al pasar he rozado
como entonces, como sin querer, la piedra, para que guarde la memoria sigilosa
de mi mano y si sientes la tentación de deslizar por su superficie la tuya,
reconozcas aquel instante de entonces, cuando fuimos jóvenes pero cobardes,
felices de robarle a la luz pequeñas sombras en las que mostrarnos tal cual
éramos, tal cual nunca fuimos ante nadie, tal cual nunca volveremos a ser, pero
inexorablemente anclados en las personas que ahora somos.
Publicado por Farela.
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