domingo, 23 de febrero de 2020

La memoria de la piedra

           Deambulo por estos callejones estrechos y umbríos donde permanece intacta la memoria del roce de tu piel sobre mi piel, de tu mano y la mía que se encuentran en un impulso instintivo, ancestral, al amparo clandestino de unas sombras que nos son propicias. Aún permanecen intactos en la piedra nuestros pasos sigilosos, buscando los caminos oscuros que evitan los turistas, pero que evitan, sobre todo, nuestros amigos. Esos rincones construidos de piedra, lluvia y viento, donde casi sin querer, y al amparo de los viejos soportales, se rozaban nuestros labios en un beso rápido, prohibido, hurtado de una realidad que no nos pertenece; inexistente para ese mundo que nos rodea mas allá de las sombras. Un beso que es en cada ocasión a la vez una despedida y su preludio, un no saber si existirá otro día, otra vez, otro beso como aquel, casi inconsciente, superficial y apurado como nuestros pasos que se separan presurosos cuando la luz nos alumbra, nos empuja y nos reencuentra con una realidad que ya no somos nosotros, solo tú y yo por separado, dos personas diferentes, ajenas a un sueño que nos dio miedo construir y transformar en realidad.
          Si alguna vez vuelves por este “bulevar de los sueños rotos” debes de saber que al pasar he rozado como entonces, como sin querer, la piedra, para que guarde la memoria sigilosa de mi mano y si sientes la tentación de deslizar por su superficie la tuya, reconozcas aquel instante de entonces, cuando fuimos jóvenes pero cobardes, felices de robarle a la luz pequeñas sombras en las que mostrarnos tal cual éramos, tal cual nunca fuimos ante nadie, tal cual nunca volveremos a ser, pero inexorablemente anclados en las personas que ahora somos.



Publicado por Farela.


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