domingo, 12 de enero de 2020

Hay días


          Hay días así, oscuros, extraños. Fríos, pero acogedores, como una iglesia románica que te invita a sentarte y conversar con la Creación.

          Con el paso de los años aprendes a convivir con ellos, a escuchar los sonidos de tu propia voz interior, sonidos misteriosos, lejanos, vibrantes. Sonidos que te hacen sentir en armonía con el canto magnifico del universo, con el saludo metálico de un cometa distante.

          Hay días donde de verdad deja de importante lo que ven de ti los demás. Ni te alegra ni te preocupa. Lo que de verdad te invade y te asusta, lo que te puede hacer llegar a sentir un pavor casi sobrenatural es lo que sabes de ti mismo, lo que has ido aprendiendo con los años. Esa verdad a la que días como estos te obligan a mirar a los ojos y se presenta a tu mirada desnuda de connotaciones exteriores, magnífica en su demoledora sinceridad.

          Asusta, asusta mucho, mirar las cicatrices desnudas de tu alma. Asumir las carencias y defectos. Revivir el miedo y el dolor.

          Recorres lentamente el camino interior, intentando vencer el pánico, descalza sobre las huellas de tu propia vida. Vuelves a ser una niña vulnerable para volver a crecer; y también encuentras motivos para sonreír, pequeñas satisfacciones interiores que a veces se transforman en grandes destellos de luz. Compañeros de camino que son candelas indiscutibles que te ayudan a no perderte cuando acecha la oscuridad. Vida que surge de tu propia vida y sigue siendo un misterio rutilante y sobrecogedor que no dejará de sorprenderte jamás.

          La vida es un regalo complejo, plagado de luces y sombras, de amor y dolor. Nos deslizamos por ella como mejor sabemos y podemos. Por eso al final, estos días un poco grises, oscuros, extraños son también un regalo para recordarte que detrás de la rutina de cada día sigues ahí, escondida en algún lugar íntimo, románico y acogedor donde cuando quieras sigue esperándote para charlar un rato, la Creación.


Publicado por Farela


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