domingo, 13 de octubre de 2019

Nuestra Casa


Cuanto más viajo más similares me parecen los paisajes, las historias y las gentes.

          En ocasiones, cuando nos encontramos en sitios distantes de nuestro lugar de origen, de pronto, encontramos una tradición, una comida, una costumbre, que nos recuerda o que es totalmente idéntica a alguna de nuestra tierra. Y decimos en broma: “esto debe de ser el hecho diferencial”. Y es que al final apenas nos diferenciamos unos seres humanos de otros.

          He subido a los Balcanes, he escalado los Pirineos y he paseado por el Cáucaso, y todas esas montañas me han parecido igualmente imponentes, en todas he encontrado las mismas agrestes crestas y los mismos valles apacibles. He paseado por los Monegros, he estado en las afueras de Qayrawán y he dirigido mis pasos de Jericó a Jerusalén, y he sido azotado por el mismo sol inmisericorde, he respirado el mismo polvo ardiente y he visto el mismo paisaje desoladoramente estepario. He navegado por el Atlántico, el Mediterráneo, el Negro y el Báltico, y en todos ellos las olas eran sobrecogedoramente hermosas y el sabor de su espuma era igualmente salado. Mi curiosidad y mi ansia de viajar me han llevado de Portugal a Georgia, de Túnez a Bergen y del Támesis al Neva, y siempre he creído ver a las mismas gentes atareadas en las mismas faenas, celebrando alegres las mismas fiestas y contando en el fondo las mismas historias. Esas que hablan de unos individuos que luchan por su familia frente a la adversidad.

          El resto es colorido local. Y si raspas el barniz externo, las esencias son las mismas. Igual que cuando se interviene quirúrgicamente a una persona, una vez abierta la carcasa de la piel y el envoltorio, los órganos internos son iguales proceda su propietario de Namibia, Tailandia o Utah. En cuanto retiras los matices, la esencia de los pueblos es siempre la misma. Somos Humanidad.

          Luego están los sentimientos, el ansia de pertenecer a un colectivo, y para ello buscamos la diversidad y el enfrentamiento con el resto. Es tan solo el cerebro arcano y primitivo que nos posee. Pero en cuanto logramos trascender y pensar con el neocórtex, con el cerebro superior y con la razón, descubrimos que nuestra tribu, nuestro grupo, nuestro colectivo, es toda la humanidad. Y nuestro paisaje, nuestro país, nuestra única nación y nuestro único hogar es esa pequeña esfera, ese hermoso y frágil planeta azul que hemos dado en llamar Tierra.


       Imagen tomada por William Anders, astronauta del Apolo 8, el 24 dicembre de 1968. (NASA)


Publicado por Balder




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