Para cuando la luz del día se vaya apagando y las velas comiencen a alumbrar la noche, recordad que esta tradición va mucho más allá de lo que ahora aparenta. Recordad que está sembrada del deseo, la esperanza, el amor y el miedo de nuestros antepasados. Nació como el comprensible anhelo de todo ser vivo de rendir culto a sus muertos, de volver a encontrarlos, de, por un instante, sentir de nuevo la textura de su piel, el calor y la seguridad de sus abrazos, la paz y la esperanza de que existe un lugar en el que los que amamos están bien y son felices mientras, como nosotros, aguardan el reencuentro. Como tantas tradiciones ancestrales se enriqueció y se empobreció con el vaivén de los tiempos. Se llenó del miedo a que del mismo modo que abrimos las puertas de nuestro corazón y nuestra casa a los que se han ido y tanto amamos y nos amaron, se colara por ellas algún fantasma atormentado o atormentador, que pudiera hacernos daño.
Para todos los que pensáis que tan solo es una tradición moderna he de deciros que yo aprendí a celebrarla de mi abuela y ella a su vez de la suya, que cuando se la transmitió ya no recordaba quien le había enseñado a moldear las calabazas, a enlazar los zonchos o a fabricar con aceite y trocitos de tela lámparas cuya luz parecía suspendida en el aire misterioso de esta noche otoñal. Nunca nos disfrazamos, pero si salíamos a pedir por las casas una limosna por las “ánimas del purgatorio” que con frecuencia se materializaba en forma de dulces típicos de esta época del año. Desde muy pequeña aprendí que era una noche de reencuentro con la memoria de nuestros antepasados, de todos aquellos a los que a menudo y para sobrevivir no nos permitimos recordar a lo largo del año con la misma intensidad. Una noche para celebrar que todos cuantos habían sufrido el año anterior en el purgatorio podrían al fin alcanzar el Cielo. Una noche para reunirse con los amigos, con la familia, para contar historias, para comer castañas asadas alrededor de la lareira, pero sobre todo para recordar a los que ya no están en esta esfera material con nosotros.
Seamos creyentes o no, que nunca se nos olvide en la noche de Todos los Santos encender una vela y dedicar un instante a todos aquellos que tanta Luz aportaron a nuestras vidas.
Por mi parte, en esta noche que según me decía mi abuela se abren de par en par las puertas del Cielo, una oración por los que amo y ya están allí y el más sincero deseo de que la luz guíe a vuestras casas a los espíritus de bien.
Feliz Noche de Todos los Santos.
NOTA SOBRE LOS ZONCHOS: Puede llamarse así a las castañas cocidas con la piel o a los collares elaborados con ellas. Se meten en una olla durante una media hora larga con agua salada y después se atraviesan con un hilo un poco resistente y una aguja gruesa hasta formar un collar o “rosario” de castañas. En mi familia solíamos hacerlos el día 31 de octubre y ya nos los colocábamos al cuello, aunque en otras zonas de Galicia se ponían el día 1 de Noviembre. Hay muchas teorías sobre su origen y significado; en algunas tradiciones se usaban como protección y por eso era muy típico que los trenzaran las abuelas. En otros sitios la gente ofrecía las castañas de su collar a amigos y conocidos, porque la tradición sostenía que cuando comías una castaña del collar de otra persona liberabas un alma del purgatorio.
Publicado por Farela
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