domingo, 9 de junio de 2019

El aniversario del Día D


Esta semana se ha celebrado el septuagésimo quinto aniversario de la operación “Overlord”. Del desembarco de Normandía. Un acontecimiento sobre el que se ha vertido más tinta que sangre, que ya es decir. Y hemos podido leer en la prensa titulares que la definen como “la batalla que cambió el rumbo de la guerra”, “la batalla que precipitó el fin de la contienda e hizo surgir el nuevo orden europeo”, “la batalla que supuso el inicio del fin de la ocupación alemana de la Europa occidental”.
          Es como si nos quisieran vender que, hasta el desembarco de Normandía, los Nazis habían hecho lo que les había dado la gana en Europa, que habían derrotado a todo el mundo, y que solo tras esta batalla comenzaron a retroceder y finalmente se rindieron. Eso sí, los aliados consiguieron esa victoria con el apoyo incondicional de la heroica resistencia francesa, que alzó a todo el pueblo francés como un solo hombre para unirse a las tropas que desembarcaban y así liberar su tierra. Y todo ello en medio de confetis y aplausos de los pobres pueblos ocupados que recibieron a los libertadores con besos, flores y banderines yanquis en las manos.
          Supongo que esto es porque a los seres humanos nos gustan los aniversarios redondos, y nos deleitan las historias épicas con final feliz. Pero sobre todo porque a los aliados occidentales, a EEUU y al Reino Unido, les interesaba demostrar que fueron ellos los que acabaron con el Nacismo y trajeron de nuevo la libertad a Europa, y porque a Francia le interesaba hacer olvidar su derrota de 1940 y su apoyo posterior al régimen Nazi.
         Sin quitar ningún mérito a lo loable, compleja y espectacular que fue la operación Overlord, ni a ninguno de los hombres que combatieron y que dieron su vida en ella, lo cierto es que, como todo, la historia es mucho más compleja.
         La verdad es que para ese 6 de junio de hace setenta y cinco años los alemanes ya habían perdido la guerra. Solo era cuestión de tiempo que llegara el final. Y posiblemente aunque el desembarco de Normandía aceleró ese final, y contribuyó en gran medida a la derrota alemana, lo cierto es que ni fue la batalla decisiva, ni el principio del fin. Y si pensamos eso, estamos menospreciando el valor, el esfuerzo y el sacrificio de todas las otras campañas, batallas, y hombres que llevaban derrotando al Eje desde hacía ya al menos unos dos años. A las campañas en el Atlántico, en el norte de África, al desembarco en Italia. A las resistencias griegas, yugoeslavas y polacas… Y sobre todo al frente del Este.
          Porque Alemania y sus aliados perdieron la guerra en la Unión Soviética. En Leningrado, en Moscú, en Stalingrado, en Kursk y sobre todo en los duros inviernos rusos. El 73% de los alemanes muertos durante toda la guerra lo hicieron en Rusia. Seis millones y medio de alemanes y de sus aliados murieron en combate en el frente del Este (entre ellos un buen puñado de españoles de la División Azul).
          Y solo como ejemplo, casi al mismo tiempo que se producía el desembarco de Normandía y las batallas posteriores que culminaron con la liberación de París el 25 de agosto de 1944, (donde, por cierto, las primeras tropas libertadoras que entraron fueron españoles republicanos de la división Leclerc), se producía en el frente oriental otra operación militar mucho menos conocida pero no menos importante que la operación Overlord, y que fue la Operación Bagration.
          Para poder percibir la importancia de la Operación Bagration, hoy solo recordada por historiadores y expertos de la segunda guerra mundial, en el desembarco de Normandía y en la invasión de Italia, los Aliados se enfrentaron al 25% de las tropas alemanas; el 75% restante de las fuerzas germanas se encontraba combatiendo en algún lugar del Frente Oriental. Y mientras en la batalla del desembarco de Normandía participaron unos 156000 combatientes de quince naciones, en la operación Bagratión combatieron 2,4 millones de soldados soviéticos frente a un millón de alemanes. Y mientras los aliados occidentales llegaban a París el 25 de agosto, los soviéticos, en tan solo cincuenta y ocho días, entre el 23 de junio y el 19 de agosto de 1944, y merced a la referida operación, reconquistaron los países bálticos, Bielorusia, Ucrania y recuperaron prácticamente todos los territorios ocupados a la URSS desde la invasión alemana, entraron en Polonia hasta Varsovia y en Rumanía, y acabaron con casi una cuarta parte de todas las fuerzas alemanas activas que se mantenían en el Frente Oriental. E indirectamente, esta operación forzó a que los gobiernos rumano y búlgaro abandonaran su alianza con el Tercer Reich, en agosto y septiembre de 1944 respectivamente, facilitando la entrada del ejército soviético en los Balcanes, la salida de las tropas alemanas y que los partisanos liberaran Yugoslavia.
          Y frente a los esfuerzos de los partisanos yugoslavos, polacos o griegos, poco tiene que presumir la resistencia francesa, que aunque contribuyó a la liberación de Francia, no lo hizo en la medida que posteriormente quiso hacerle creer al mundo el populista y chauvinista General De Gaulle.
          Y respecto a la limpieza y amabilidad de las tropas libertadoras en Francia, que se lo pregunten a los entre 25000 y 40000 civiles muertos en los bombardeos previos y en la batalla de Normandía, a las más de 3600 mujeres violadas por los aliados, a las ciudades arrasadas, a las obras de arte saqueadas o destruidas, o al museo de antigüedades de Caen saqueado por tropas británicas.
          Pero en fin, una guerra es una guerra, y no una partida de cricket, por más que en Hollywood durante mucho tiempo pretendieran decirnos lo contrario, y como dice el escritor Tim O´Brien “si una historia de guerra parece moral, no la creáis”.
          Así que feliz aniversario del Día D.


Publicado por Balder.

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