domingo, 7 de abril de 2019

El Médico herido 1

          El dolor y los remordimientos acumulados a lo largo de todos estos años de profesión permanecen ocultos en el rincón más oscuro del desván de mi memoria. Algunas noches de negras tormentas del alma me despiertan sus terribles alaridos, los golpes secos contra las paredes del viejo baúl donde viven encerrados intentando romper los muros de su polvorienta prisión, o los gemidos lastimeros con los que pretenden ablandar mi corazón. Otras veces me llaman con sus dulces voces, con sus cantos de sirena que encandilan mi alma y me seducen hasta que giro lentamente la vieja y oxidada llave pensando que en el interior de ese pesado arcón encontrare un instante de paz, me arrastran hacia tenebrosos acantilados donde se estrellará una vez más el maltrecho cascarón de este navío perdido entre la bruma perpetua de la desolación, que es mi alma de médico herido.
           ¡He rezado tantas veces para olvidar! He suplicado hasta la desesperación, a mi Dios y a cualquier otro dios para que una de estas tormentas infernales arrase para siempre este maldito almacén de errores y desesperanza pensando que quizá la paz exista en la desoladora soledad del páramo resultante; pero sé con absoluta certeza que este es mi purgatorio, mi pequeño infierno en vida que consiste en recordar, en no saber ni poder olvidar, en poseer una memoria en la que habitaran para siempre rostros, voces, silencios, mentiras y medias verdades, que no me abandonarán jamás.
           Sé a ciencia cierta que lo único con lo que me acostaré cada noche del resto de mi vida es mi propia conciencia, si el hijo de puta alemán me deja... y quién sabe si no es tan hijo de puta que sea esta conciencia lo único que permanezca retorciendo y estrujando los últimos recodos de mi memoria profesional hasta su aliento final.



Publicado por Farela

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