domingo, 3 de febrero de 2019

Espiral

                  "Lo que hacemos en esta vida tiene su eco en la eternidad".
    Máximo Décimo Meridio. Gladiator.
             Ridley Scott. (2000).


         Por más tiempo que pasara nunca podría apartar aquellas imágenes de su mente. Cada vez que recordaba aquellos ojos, vacíos de vida, se le llenaban los suyos de lágrimas. Y cada vez que rememoraba aquella mañana algo se estremecía en su interior. No podía dejar de culparse por no haber podido evitarlo, pero no acababa de ocurrírsele nada que hubiese hecho que todo sucediera de otra forma.
         Hasta aquel maldito día, él nunca había creído en la violencia, e incluso se había atrevido a esperar un futuro sin guerra en el que ambos pueblos pudieran convivir en paz. Pero aquella bala había destrozado algo más que el cuerpo de una niña. Y cuando vio la mirada de su hija vacía de todo rastro de vida, algo se desgarró muy dentro de él. Y ya no le quedó ningún sueño, ninguna esperanza, ningún futuro... Los soldados le habían arrebatado sus ilusiones, sus sentimientos, su vida... Se lo habían quitado todo. Pero a cambio de ello le habían dejado una buena dosis de negro odio, de profundo rencor, y un enorme y salvaje deseo de venganza. Bien pensado les debía mucho. Y se lo iba a pagar.
Y en aquel momento, con el torso cubierto de explosivos y el detonador en el bolsillo, se sentía el mismo brazo ejecutor del ángel exterminador.
El vehículo con la patrulla se acercaba inexorablemente a su encuentro. Los soldados sonreían ajenos a lo que se les avecinaba. Y cuando el coche se acercó a su lado, corrió desde el soportal y arrojándose a sus ruedas, sin sentir apenas las balas que lo atravesaban, accionó el mecanismo del detonador. Lo último que vio, antes de que la explosión lo reventara, fueron los ojos del niño que surgió, no supo de donde, en el otro extremo de la calle.
El capitán volvía a su casa cansado y triste. A pesar de todo lo que le tocaba ver día tras día, todavía esperaba un futuro sin guerra donde los dos pueblos pudieran convivir en paz. Vio el vehículo con sus compañeros sonrientes avanzando hacia él, y al hombre que se lanzaba a sus ruedas. Y vio los ojos de su hijo que salían sonrientes a recibirlo, un instante antes de que la llamarada los envolviera y los apagara para siempre.
La explosión lo golpeó arrojándolo contra la pared. Por un momento quedó de rodillas conmocionado y ensordecido. Pero algo más profundo que sus propias entrañas se desgarro en su interior. Sus sueños, sus esperanzas, sus ilusiones, su futuro... Todo fue arrancado de golpe por la explosión dejando en su lugar un profundo sentimiento de odio, y un salvaje deseo de venganza.


Publicado por Balder

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