Desde la estación espacial no se distinguían las
fronteras ni los conflictos políticos. Ni tan siquiera se identificaban, a
pesar de las leyendas urbanas, las grandes construcciones artificiales. La
verdad es que desde la catástrofe apenas se veía nada de la superficie del
planeta.
Ahora ya no importaban ni la crisis económica, ni los
conflictos bélicos, ni las pueblerinas ansias independentistas locales, ni tan
siquiera los fanáticos religiosos y sus atentados indiscriminados.
Ahora resultaba ridículo el tiempo y los esfuerzos
perdidos en lo que hasta hace apenas unos meses parecían ser temas
trascendentales.
Aquel meteorito y sus consecuencias posteriores habían
acabado con todo. Con los conflictos, con los independentistas, con los
integristas y hasta con la civilización misma.
Desde allí arriba, en la órbita, hacía días que no
recibían ninguna señal de actividad inteligente en la superficie del planeta.
Aunque algún crítico sarcástico habría dicho que antes de la catástrofe tampoco
se distinguían signos de inteligencia. Pero es que ahora habían
desaparecido hasta los indicios de la vida misma. Todo se había ido al traste con
aquel impacto cósmico. ¿Cómo no se había podido predecir el cataclismo con el
tiempo suficiente para poder impedirlo? Seguramente porque toda la población
del planeta, empezando por sus líderes, habían estado demasiado ocupados en sus
absurdas disputas locales, sin ser capaces de apreciar nada que estuviera fuera
de su propio cascarón. ¿Y para qué? ¿Para morir ahítos de autocomplacencia en
el culmen de su civilización?
Ahora la vida, que nunca se rendía, tendría que resurgir otra
vez de entre las cenizas. Y quien sabe si algún día renacería una vez más la
inteligencia. Quizá dentro de millones de años aparecería una civilización de
insectos, o de roedores, o de vaya usted a saber que otra asquerosa especie
para reemplazar a la nuestra.
Lo único cierto y seguro es que ya no volvería a haber
una civilización de dinosaurios. Habíamos tenido nuestra oportunidad, y la
habíamos dejado escapar entre nuestras garras.
Publicado por Balder
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