Hace
36 años, en una noche como esta, al pasar por casa, los Reyes Magos no se
comieron el turrón ni se bebieron la leche que habíamos dejado. En su lugar
eligieron llevarse con ellos a la abuela Josefina. No puedo culparlos. Yo
también la prefería a ella antes que a cualquier otra cosa. Ella olía a leche y
pan caliente. Desprendía el calor de aquella cocina de leña en la que tantas
horas pasaba cocinando para todos nosotros mientras cantaba sus romances
tradicionales sin parar.
A pesar de su ausencia, la Navidad no ha dejado de ser especial. Quizá por lo mucho que le gustaba celebrarla. Sigo emocionándome cuando entro en casa de mis padres y veo nuestro viejo Nacimiento, me despiertan ternura las lavanderas y la gallina sentada en su nido que colocábamos en las escaleras del portal y el brillo del espumillón de colores, mucho menos intenso que el brillo transparente de sus ojos de mirada tan limpia; tristes y felices a la vez.
A pesar de su ausencia, la Navidad no ha dejado de ser especial. Quizá por lo mucho que le gustaba celebrarla. Sigo emocionándome cuando entro en casa de mis padres y veo nuestro viejo Nacimiento, me despiertan ternura las lavanderas y la gallina sentada en su nido que colocábamos en las escaleras del portal y el brillo del espumillón de colores, mucho menos intenso que el brillo transparente de sus ojos de mirada tan limpia; tristes y felices a la vez.
La echo de menos todos y cada uno de los días
de mi vida, añoro sus abrazos, la suavidad de la piel morena de su cara, sus
consejos, su capacidad para hacerme sentir segura, protegida y querida frente a
cualquier adversidad. Su amor incondicional por su hija y por su nieta, su
absoluta incapacidad para no tenderle la mano a cualquiera que la necesitara,
lo mereciese o no. No pasa un solo día sin que me pregunte que pensaría de la
persona que ahora soy. Si le gustaría o me reñiría con aquella forma especial
de no reñir nunca que ella tenía.
Pero cada año, aunque ya hayan pasado 36, en
la noche de Reyes la añoro aún más; aunque en un pequeño homenaje a todas las
hermosas historias que me transmitió también la siento más cerca que nunca. Sé
que esta noche cuando Melchor, Gaspar y Baltasar pasen por mi casa, vendrá con
ellos como cada año desde entonces, y la huella del beso que dejará en mi
frente permanecerá conmigo para siempre; encima de la huella de los mil besos
que siempre me regaló.
Te quiero abuela.
Publicado por Farela
Y es verdad, ahi esta, en la magia de todos los relatos que tu compartes, gracias tambien de mi parte a la abuela Josefina
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por leernos y por tu comentario. Espero que la magia de las cosas buenas te acompañe siempre.
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