domingo, 30 de diciembre de 2018

Hay otros mundos pero están en este




Y encima tenía que darles las gracias.
Dar las gracias por tener un trabajo que apenas le dejaba tiempo libre, que no le aportaba ni la más mínima satisfacción y por el que cobraba poco más que el salario mínimo. Pero por el que cobraba a fin de mes. Al menos la mayoría de los meses.
Dar las gracias por sentirse explotado, frustrado y mal pagado, pero pagado al fin.
Con la que estaba cayendo, y tal como le iban las cosas a la mayoría del personal, a pesar de todo y según parecía debía de estar agradecido.
Recordaba haber leído en alguna parte que ciertos aborígenes de Australia consideraban la existencia cotidiana como un mundo ficticio, un infierno donde purgar los pecados propios y los ajenos. Y que, para ellos, el mundo de los sueños era su verdadero hogar, al que solamente conseguían acceder definitivamente con la muerte. Y aquello le parecía una excelente metáfora de su propia existencia.
Porque, ¿cómo podía afectarle la rutina y las miserias cotidianas a quien había viajado a bordo del Pequod, del Nautilus, o de la Hispaniola? ¿Qué podía importarle la soledad y la indiferencia de los compañeros a quien había compartido cacerías con Viernes, meditaciones con Adriano, angustias con Gregorio Samsa, e incluso desventuras con Don Alonso Quijano? ¿Qué más daba la dura realidad al fin, cuando podía visitarse cada noche la República de Platón, la Utopía de Thomas Moro, La Tierra Media de Tolkien, o incluso el mítico Shangri-la?
Sí, él conocía otro mundo mejor fuera de este mundo. Un mundo al que pertenecía, y al que accedía cada noche, zambulléndose entre las líneas de un libro, como Alicia lo había hecho atravesando un espejo.





Publicado por Balder

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