domingo, 25 de noviembre de 2018

Día de las personas sin hogar 2018

          Quería decirte algo, pero no se siquiera como empezar. He comenzado esta carta muchas veces, y una tras otra las he ido borrando sin más. Demasiadas palabras grandilocuentes, absurdas y sin sentido, que ni tú ni la ocasión merecéis.
           Me siento avergonzada, porque soy como todos, porque salgo a la calle cada día, pero a penas te miro aunque sé que estás ahí. Es más fácil así. Si no lo hago puedo pensar que no existes y mi conciencia dejará de sacudirme patadas en la boca del estómago cada vez que me cruzo contigo.
           Es sencillo pensar, en este mundo culto, sibarita y autocomplaciente en el que vivimos, que los seres humanos se pierden porque sí, porque no hacen nada para rescatarse a sí mismos y de su propia desolación. Mentira. Ningún ser humano se pierde solo, sin un poco de ayuda por parte de los demás; lo perdemos un poco entre todos nosotros como sociedad.
           Sé que un día fuiste niño, no sé si un niño amado y deseado, porque ahora que lo pienso bien, no sé nada sobre ti. Quizá sí, quizá tenías unos padres o unos abuelos que te abrazaron y te contaron hermosos cuentos, que soñaron sueños innumerables para ti, o quizá no. Puede que nunca nadie, desde el instante mismo de tu nacimiento, te dijera una palabra amable, o tuviera hacia ti el más mínimo gesto de amor. Pero lo que es seguro, lo que ha sucedido a ciencia cierta, es que fuiste niño, y que ese niño, como todos los que en el mundo son, se atrevió a soñar. No sé qué sucedió en el camino para que tus sueños no llegaran a realizarse, o una vez realizados se rompieran en mil pedazos, pero sé que un día estuvieron ahí y que posiblemente aun formen parte de tu equipaje vital.
           Es muy soberbio el que piensa que nunca caerá o que de caer siempre sabrá levantarse. El ser humano más fuerte puede tropezar y al extender la mano para sostenerse en pie, descubrir que todo cuanto tenía para aferrarse se ha desvanecido en el aire. Puede resultar entonces muy sencillo dejarse llevar, no importa lo fuerte que creías ser, no importa cuales eran las cosas que te sostenían, si eran materiales o afectivas; lo que importa es que si no están ahí, el abismo aguarda a tus pies.
           El consuelo puede aparecer en el fondo de una botella de alcohol, en un cigarrillo, en cualquier otra droga, o en algo tan incompresible para el que no lo ha padecido, como el reencuentro persistente con tu propio dolor.
           La solución depende en parte de ti, pero no está solo en tus manos o en tus deseos. Un día alguien me dijo que una simple sonrisa, un gesto amable, una palabra cariñosa o una mirada sincera, pueden salvar a una persona, pueden ser la rama a la que aferrarse para no seguir cayendo, para volver a ser.
           El 25 de noviembre, es el Día de Las Personas Sin Hogar. Yo que no soy mucho de días, quiero tenerte especialmente presente. Quisiera que todos nosotros, al salir a la calle dejásemos de actuar de un modo indiferente, quisiera que tuviésemos el valor de mirarte y no ver en ti a un ser humano definitivamente perdido, sino al ser humano que ahora eres y al niño que un día fuiste, muchos de cuyos sueños, lo creamos o no, aún está en tus manos y en las nuestras realizar. Ojalá NUNCA más seas INVISIBLE a nuestros ojos.



Publicado por Farela

No hay comentarios:

Publicar un comentario