La calle bullía repleta de disfraces absurdos. Enormes
pelucas rubias y túnicas que simulaban ser de ladrillo eran los más frecuentes,
pero ni con mucho los más disparatados. Y la gente que los llevaba se
regodeaba en realizar los comportamientos más extravagantes. Eso sí, bajo un
clima de alborozo y de dicha general.
Un visitante foráneo, en un primer vistazo, hubiera
podido confundir aquella celebración con el carnaval, pero en seguida se habría
dado cuenta de que aquí los disfraces rozaban el ridículo, y que las maneras
eran más irracionales y más absurdas. Era como si toda la ciudad hubiera sido
presa de un ataque de enajenación exultante de felicidad. Porque, a pesar de
todos aquellos disparates, todos éramos tremendamente conscientes de lo que
celebrábamos.
Apenas unos pocos decenios atrás la humanidad iba camino
de la autodestrucción. El cambio climático amenazaba con destruir la ecología del planeta. Las luchas
sin sentido entre los pueblos abocaban a millones de personas a la muerte, al
hambre y al desarraigo. Y el egoísmo de unos y otros nos llevaban a escondernos
en nuestras burbujas, sin darnos cuenta de que las desgracias de nuestros hermanos
eran el preludio y la causa de las nuestras; que el hambre y las desigualdades
traían las migraciones, el miedo, la muerte y el terror.
Pero hubo un revulsivo que nos hizo cambiar y que hizo modificar
el derrotero que llevábamos. Y ese acicate había sido un hombre. Un hombre que
por su estupidez, su locura y su egoísmo había estado a punto de lanzarnos a
toda la humanidad al vórtice del desastre y de la destrucción. Merced a la
locura de ese personaje el mundo había tomado conciencia de su propia demencia.
Y el percatarse de las barbaridades que pretendía aquel individuo, y de la
insensatez de sus pretensiones, supuso el estímulo que hizo reaccionar y cambiar,
primero a sus compatriotas, y luego al resto de la humanidad. Y así, aquel
hombre consiguió ser la vacuna contra el egoísmo y contra la autodestrucción. Y
por eso festejamos, con este despliegue de alegría y de locura, el día en que
fue elegido y que paradójicamente se convirtió en el primer día del despertar de
la conciencia de la humanidad. Por eso celebrábamos el día de "Tramp".
Publicado por Balder
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