domingo, 29 de julio de 2018

Historias del mar. Nº 1


          El viento se detiene por un instante y deja flotando en el aire la esperanza de que también este temporal cesará. El problema- piensa mientras intensifica un poco su ritmo de marcha bajo la lluvia- es que no sabe si quiere que pase. El problema es que se ha acostumbrado a vivir en invierno. Le gusta sentir en su piel los golpes incesantes de las gotas de lluvia que se clavan en su cara y sus manos como agujas de hielo, le gusta sentir sobre los hombros el peso de los mechones de pelo revueltos por el viento y empapados por el agua que chorrea por su espalda y su frente impidiéndole ver con nitidez. Le gusta el mar rompiendo furioso contra los acantilados y el ruido ensordecedor de los truenos unos segundos después de que el cielo se embellezca con el súbito resplandor de un relámpago. Desde niña no ha vuelto a sentir miedo de las tormentas y aun entonces a los rezos de la abuela y las tías se superponía una extraña fascinación que la llevaba a mirar a escondidas por los resquicios de las ventanas anhelando el temido instante en que el rayo liberador incendiara su confortable universo.
          Camina con firmeza plantándole cara a las nuevas ráfagas de viento que amenazan con arrastrarla de una vez por todas hacia el fondo del acantilado. A lo lejos se vislumbra la luz que ha dejado encendida en la vieja linterna de la casa de piedra maciza que ha asistido impasible a otros mil temporales más.
          Dentro aguardan la luz y el calor de la chimenea, una taza humeante de chocolate o café y los mil sonidos del temporal que ahora continua atrapado fuera de los recios muros. Dentro aguarda también la indescriptible soledad de quien en el fondo de su corazón desea mucho más fundirse con la naturaleza que con el resto de la humanidad.


Publicado por Farela

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