domingo, 6 de mayo de 2018

Ella

          Los que la conocieron cuando llegó por primera vez al pueblo, hace casi treinta años, dicen que era muy hermosa y extremadamente elegante. Una pareja de jóvenes abogados de Madrid y sus tres hijos pequeños. Se conocieron en la universidad, ella quería haber estudiado medicina pero a sus padres les pareció una carrera excesivamente masculina y poco practica en cuanto a su finalidad principal, que por entonces era conseguir un marido adecuado para su princesa. Ella, una buena hija que siempre había hecho lo correcto, tampoco se rebeló esta vez y salió de la facultad de derecho con un título obtenido con calificaciones brillantes y un prometedor marido matrícula de honor. Se casaron porque era lo esperado y su suegro encontró un lugar para los dos en su ya muy conocido bufete de la capital. Los niños llegaron pronto y muy seguidos y como era lo natural entonces, ella lo dejo todo para encargarse de su hogar. La ilusión inicial de estar en casa se fue desvaneciendo lentamente en el aire sin saber muy bien cómo ni porque. Los instantes de esperanza compartidos con otras madres, esposas en su mayoría de socios y amigos de su marido, se desinflaron en el aire tan pronto como descubrió que no tenía nada en común con ellas más allá del hecho de ser señora de...
          Al principio su marido le comentaba casos del despacho que la ayudaban a mantener la mente activa, cuando él dejo de hacerlo, lo intentó con las clases de inglés, el tenis y hasta retomar el piano, pero nada funcionó. Su vida se centró en sus tres hijos y sus actividades. Y aunque fue dejando atrás todo lo demás la primera infidelidad la sorprendió. Aún era joven e intentaba mantener su cuerpo y su mente atractivos para un marido que cada día se alejaba un poco más.
          Coqueteó peligrosamente con el alcohol, la tentaron las drogas y un par de veces estuvo a punto de ceder a la tentación, pero la niña buena de papa y mama que aun dormitaba en algún lugar de su interior se lo impidió. Los kilos fueron acumulándose en su cuerpo y la desilusión en su cabeza y en su corazón. Cuando él la dejo fue casi un alivio, harta de fingir una vida que nunca había deseado ni vivido como propia, se sintió libre por primera vez en mucho tiempo. Pero su libertad se derrumbó en el justo instante en que los tres hijos a los que se dedicó en cuerpo y alma, se pusieron del lado de su padre. El triunfador ("the winner takes it all"). Su actitud la enfrentó por primera vez en mucho tiempo a su propia imagen en el espejo. Se vio a si misma mucho más distorsionada de lo que es en realidad. Fea, gorda y fofa fueron los últimos adjetivos que su otrora amante esposo le dedicó antes de dejarla prematuramente envejecida por el hastío, el tabaco y el alcohol. Con cincuenta y tantos el divorcio le dejó la casa de la playa y una buena pensión y decidió regresar a donde un día fue todo lo feliz que una mujer como ella puede llegar a ser. Un lugar donde no avergüenza ya a nadie más que a sí misma.

          Yo ya no llegué a conocer a esa mujer tan guapa y elegante que me cuentan los vecinos que llegó al pueblo por primera vez hace ya más de treinta años, mi paciente es una mujer algo descuidada, con los estigmas de un pasado a medio superar en la piel ajada de sus mejillas, el cabello frágil mal cortado y mal teñido y los dedos amarillos de un viejo fumador. Pero se sienta muy derecha en la silla y se conduce siempre con exquisita corrección. Nos fuimos conociendo a base de pequeñas confesiones desgranadas en la consulta y descubrí a una mujer culta e inteligente ahogada en una existencia que alguien diseño para ella sin contar ni una sola vez con su opinión.
          Ella despierta en mí la empatía y la comprensión de quien también ha mirado alguna vez al fondo del vacío deseando saltar.

Continúa en https://celtiberosyceltimoras.blogspot.com/2018/05/el.html



Publicado por Farela

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