viernes, 31 de octubre de 2025

Encender una luz

          Esta noche no sé si quiero hablar de ellos o de mí. No sé muy bien si construir una historia con sus recuerdos y mi memoria o dejar simplemente que la noche me envuelva con el calor de sus tradiciones. Apagar las luces y sentir, tan solo sentir, llenar mi alma de nostalgia, abrir las puertas y las ventanas y encender en ellas un camino de luz. Dejar que, cuando todo se oscurezca, esa luz ilumine el sendero de los reencuentros, de las ilusiones y de las esperanzas. Soñar que, por un instante, vuelven a resonar en mis oídos las risas de los que ya no están, de los que se han ido, recordarlos como eran, verlos como el que ve una vieja imagen en blanco y negro donde mujeres muy hermosas y hombres de piel oscura, curtida por el sol, se sentaban en otras noches como esta a mi lado. Huele a fuego de hogar, a la primera lareira encendida con troncos de madera algo húmedos, suena el estallido imposible de las castañas en la sartén de hierro y, si cierro los ojos, puedo sentir su calor en mi piel y, en las yemas de los dedos, la textura algo rugosa y fría al pasar la aguja por los zonchos para coser ese largo collar de castañas que puedo sentir ligero sobre mi cuello cargado de años, encuentros y pérdidas. Cierro los ojos y evoco el huerto y las ventanas, las luces que titilan en el interior de las calabazas, el soplo frío del aire en la cara cuando salgo al camino para ver las de mis amigos y vecinos. Rezo. Rezo como ellos me enseñaron a rezar, por los que ya no están, por los que se han ido, porqué esta noche nos visiten y su recuerdo nos deje, en la piel y en el alma, un poso vivo que nos ayude a caminar, un abrazo silencioso que nos dé fuerzas para seguir adelante cuando crees que ya no podrás más, como ellos lo hicieron, como ellos nos enseñaron. Enciendo también las luces de mi calabaza y vuelvo a rezar, porque, cuando ya no sea capaz de recordar, ellos no me olviden, y cada víspera de Todos los Santos sigan encontrado encendida la luz de mi corazón y acudan a arropar mi sueño. Porque a veces, muchas veces, necesitamos encender una luz para no olvidar a los que permanecen siempre presentes en nuestro interior, encender una luz para que no nos venzan las sombras, encender la luz de los recuerdos tan antiguos, tan ancestrales, tán lejanos y distantes que, aunque ya no ocupen un lugar en nuestra memoria, permanezcan para siempre iluminando nuestras almas.



Publicado por Farela 

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