domingo, 14 de septiembre de 2025

Mira, una cosita que toy a decir

          A lo largo de mi dilatada, exótica, algo errática y a menudo cuatripolar carrera profesional he oído, como la mayor parte de mis compañeros, todo tipo de frases más o menos lapidarias, con respecto al desarrollo de la profesión, procedentes de pacientes o de otros compañeros sanitarios y no sanitarios. Hay muchas cosas que desearía de corazón no haber oído jamás, algunas por su crueldad, otras por su trivialidad y muchas veces por un despectivo paternalismo disfrazado de consejo bien intencionado. Pero han sido muchas las ocasiones en las que han conseguido arrancarme una sonrisa, o levantarme el ánimo. Esas frases, esos consejos que tienen como única finalidad ayudarte, los atesoro en mi memoria y en un montón de recortes de papel, (los que me conocen ya saben que voy camino al cubata de Denubil), en mi carpeta roja, más valiosa que la famosa libretita azul de algún ex presidente del gobierno, y las rescato de vez en vez, cuando necesito subir mi estado de ánimo o reubicarme a mí misma en la realidad. Algunas de esas frases son míticas entre los de la profesión, aquí y en cualquier otro entorno sanitario del mundo, (el famoso hecho diferencial) y otras surgen de la idiosincrasia especial del entorno en el que nos movemos; algún día me animaré a recopilar también las de otros compañeros  para compartirlas como lo que son, un compendio de sabiduría popular y científica, casi siempre en torno al ser humano como tal y al enfermo como ser humano en una situación que debería de ser excepcional, aunque se nos haya hecho tan cotidiana.

          De entre todas ellas, estos días no he dejado de darle vueltas a dos. Dos, para mis muy sabios consejos, que recibí casi seguidos en mis primeros días como residente. No son, aunque las entrecomille, y los autores me perdonarán, frases textuales; mi memoria no da para tanto, pero sí he intentado mantener intacto su sentido fundamental.

          El primer consejo me lo dio mi tutor: “No dejes que la vorágine y el pánico de las urgencias hospitalarias te aparten del sentido final de tu residencia, la formación en las habilidades de tu propia especialidad, la que has elegido y la que vas a ejercer, la que vas a poner a disposición de tus pacientes”, (ya saben mis compas de residencia de donde salió la frasecita del discurso final).

          El segundo me lo dio una de mis tutoras de urgencias hospitalarias en medio de una guardia infernal: “Vigila el cansancio, a esas horas extrañas de la madrugada, después de estar más de 17 horas trabajando sin parar, estarás tan cansada que todo dejará de importarte, y lo que es peor, no te importará que no te importe.”

          Siempre he pensado que estás dos frases deberían de estar grabadas en una placa de oro encima de la puerta de acceso a las áreas de gestión de todos los servicios sanitarios que en el mundo son; aunque  pensándolo bien y dado que siempre he intentado no enfadarme mucho o al menos durante mucho tiempo con los gestores que tengo más cercanos, - creo de verdad que son seres humanos, (ya sé que es una creencia poco extendida y hasta impopular), cuyo único defecto es que trabajan con números. Intentan cuadrar los números que les mandan de arriba con los números que les consumimos desde abajo, para que podamos seguir recetando, cobrando, poniendo tratamientos… y eso no debe de ser fácil. Salvo deshonrosas excepciones, como las que existen en toda profesión y cuyo currículo acumula décadas de inutilidad, la mayoría hacen lo mismo que nosotros, su trabajo, y al igual que nosotros, lo hacen como mejor saben y pueden en los tiempos que corren (es posible que pasado mañana, en un brote de cabreo cuasi psicótico olvide y hasta niegue haber escrito esto)- quizá estas frases deberían estar tatuadas de modo indeleble en el área corporal más pudenda y sensible de esos otros, que subidos a la cumbre de su poder, mal gestionan y a veces hasta latrocinian el derecho a la salud que a todos los españoles nos reconoce la Constitución y a TODOS LOS SERES HUMANOS la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU en su artículo 25.

          Le he dado muchas vueltas a estas dos frases porque creo que en ellas se recogen dos pilares fundamentales de nuestra profesión: la correcta formación y el descanso adecuado que garantice unas condiciones óptimas que nos permitan ejercer con lucidez y dedicación.

          Los dos mayores enemigos del personal sanitario y por ende de los pacientes son la falta de formación y la fatiga de los profesionales. Dos condiciones que como la pescadilla que se muerde la cola giran de modo vertiginoso en torno a su propio eje llevándonos a una situación descontrolada y demencial.

          El médico cansado lo primero que descuida es su formación, trabaja para librar el acúmulo de cada día y la fatiga le impide con frecuencia continuar estudiando más allá de su horario laboral (durante el mismo es imposible). El médico carente de una formación sólida, si tiene conciencia, (no nos libramos, como entre los gestores entre nosotros también existe un porcentaje fijo de inutilidad, y conste que yo me apunto como la primera a la estadística), acumula miedos, tensiones, zozobras e incertidumbre, pide pruebas innecesarias que aumentan el coste económico y psicológico de la enfermedad, y acaba sumando un cansancio físico y psicológico mucho mayor.

          Desde hace unos años, los profesionales arrastramos una situación continua de sobrecarga asistencial, cada vez son más los compañeros desencantados y desilusionados que ya no saben cuál es su finalidad, aumenta de un modo alarmante el consumo de psicofármacos y alcohol entre los profesionales de la sanidad en todos los estamentos, el desencanto y el hastío parecen haberse apoderado hasta de los que solo deberían tener ilusión, los residentes, a los que no logramos transmitirles más que cabreo y desesperación. Esta situación se arrastra tanto en el ámbito hospitalario como en el de la atención primaria, pero si me apuráis y tirando para casa, en primaria lo notamos un poquito más. Cada día es más difícil realizar una consulta reglada de Atención Primaria, se nos olvidan las habilidades aprendidas y en cuyo aprendizaje el Estado y a través de él todos los españoles, han invertido tanto tiempo y dinero; se nos olvidan los objetivos finales de nuestra formación: los pacientes. Y lo peor de todo es que en este estado de caos llega un momento en el que nada nos importa, y nos acercamos peligrosamente a ese instante pavoroso y final en el que no nos importará que no nos importe.


          Sólo necesitaba compartirlo, porque afortunadamente para nosotros y como me dijo una vez un buen amigo, y esto si es textual: “Menos mal que los médicos tenéis ritmos circadianos diferentes para esto del desencanto y la depresión. Siempre hay uno o dos que tiran del carro hasta que cogen fuerzas otros dos o tres que los relevan.”



Publicado por Farela. 

4 comentarios:

  1. Huelga convocada para el 3/10 por estos y otros motivos

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  2. Hola, colega. Comparto absolutamente todo lo que escribes, por cierto, de forma maravillosa. Trabajo en mi propia consulta desligada del sistema público desde hace muchos años, por decisión propia, pero empujada por las circunstancias del sistema sanitario en aquel momento. No me arrepiento de nada viendo la situación en que se encuentran mis compañeros de los centros de salud ( soy pediatra). No puedo imaginar el nivel de cansancio vital que sostienen… yo “ solo” disfruto del cansancio físico, y voy cada lunes contenta a trabajar con mis pacientes, y siempre hay sonrisas. Tenéis mi apoyo total, total. No se puede trabajar así. No se puede vivir, y vivir tu profesión así .

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  3. Creo que podría ampliarse el ámbito de aplicación a cualquier profesional.
    El desconocimiento del sentido que tiene el trabajo que se realiza, conlleva frustración en el trabajador y descontento en el cliente, paciente, usuario.
    Gracias

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