"Del violeta de las nubes al morado de los iris se dirige mi pensamiento".
Kaga no Chiyo.
Posiblemente el morado sea el más singular y extravagante de todos los colores.
Desde
antaño lo hemos asociado con el lujo, con el poder y con la sofisticación. Pero
también con la magia, con el misterio y con lo sagrado. Con la sabiduría y la
creatividad, pero también con la nostalgia y la espiritualidad.
Es
el color de las moras, de las uvas y de las ciruelas, todas dulces, turgentes
y jugosas, de los poderosos emperadores y de los nazarenos penitentes, de la
preciosa amatista y de las humildes violetas... y hasta de los extraños pulpos.
Pero
sobre todo es el color de nuestro dolor, de esa herida contenida que surge en
nuestra propia piel tras ser golpeada, maltratada o lesionada.
Quizá
por todo eso sea el color al que más nombres le hemos dado: malva, violeta,
lila, morado, cárdeno, púrpura, lavanda, amatista... Según sus tonos y
variedades, pero sobre todo según el estado de ánimo o espiritual con el que lo
contemplamos.
Publicado por Farela y Balder
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