domingo, 6 de abril de 2025

Hay que comer de todo

          Tiene una edad indeterminada, entre 60 y 65 diría yo. Bajita y algo rellenita. Sale del portal con su bolso colgado sobre el pecho en diagonal. Un poco más adelante hay un grupo de cinco chicos jóvenes, pantalón pitillo, camisa adaptada a unos brazos dibujados durante largas horas de gimnasio y corte de pelo moderno y ovejuno. Al acercarse a ellos, de un modo casi imperceptible, aferra el bolso con más fuerza y corrige un poco su trayectoria para mantener cierta distancia. Uno de los chicos se percata de la maniobra y la increpa con un tono algo chulesco. Señora no se aparte que no comemos viejas gordas. Me quedo observando con algo de tensión y a la expectativa, por si se necesita la ayuda de otra vieja gorda en algún momento, pero veo como la mujer se gira y sin dejar de sonreír le contesta. Ay filliño, con eso no puedo ayudarte, vas a tener que llamar a tu madre y que te prepare otra cosa.  

          Al pasar a mi altura nos miramos e intercambiamos una sonrisa cómplice. De vieja gorda a vieja gorda, carga de entendimiento y humor socarrón, de ese que sólo se consigue con vida, con mucha vida encima. Con la experiencia que dan las arrugas, las canas y las tetas y el culo en caída libre. Con la seguridad absoluta de que todavía están intentando entender por qué si ellos empezaron la coña sólo nosotras nos reímos del chiste.


Publicado por Farela

No hay comentarios:

Publicar un comentario