Andaba
Romeo al alba alicaído, por el bosque de elevados sicomoros, aumentando el
rocío con sus lágrimas, mientras lanzaba suspiros a Cupido.
-
“¡Pluma de plomo! ¡Humo que ilumina! ¡Salud enferma! ¡Fuego congelado! ¡Sueño
de ojos abiertos que no existe! Este amor siento y sale de mi aliento”.
Y
es que por una joven dama los vientos se bebía, para él la más hermosa, aunque
apenas siquiera conocía. Una doncella de alta cuna de Verona, que al parecer se
llamaba Rosalía.
Ante
semejante tristeza y desatinos, su primo Benvolio, intentando consolarlo, le
decía:
-
“Su semblante compara con los rostros de las otras muchachas que te muestre y
verás que tu cisne es sólo un cuervo. Pon a la que amas y a otras bellas que
hallarás deslumbrantes en la fiesta, y ya verás que siendo tan hermosa ¡habrá
otra más hermosa todavía!
Así
que se colaron en la fiesta organizada por los enemigos villanos Capuleto, el uno
ansiando ver a su amada en su esplendor, y el otro intentando de lo contrario
convencerlo.
Y
hete aquí que Romeo se encuentra con Julieta, a la sazón la heredera de la
casa, y al verla la mente se le nubla y acaba por olvidar a Rosalía.
Bailan
juntos, se requiebran y se miran, y el corazón de Romeo busca ahora su nido en
los ojos de Julieta. Y mientras le habla de santos y romeros, le roba un beso
que a su vez el ser le arroba.
Porque
ahora, en el lecho de muerte del viejo deseo, la bella por la que de amor moría
en gimoteo, al lado de la tierna Julieta, ya no es bella. Y es que el amor de
Romeo se ha mudado de corazón, de doncella y de faceta.
Y
la fiesta concluye y los huéspedes se marchan mientras los Capuleto en su casa
se recluyen. Pero Romeo, enamorado hasta el delirio, es incapaz de abandonar así
a Julieta, y la cercanía de su idilio.
Y
vuelve de nuevo Romeo, escondido entre los árboles, fundiéndose con la noche
invicta, a lanzar suspiros y requiebros al amor ciego de Cupido:
-
“¿Cómo el amor con la vista vendada puede ver el camino al que nos lleva? ¿Cómo
puedo ir más lejos si se queda aquí mi corazón? ¡Vuélvete atrás, busca tu
propio centro oscura tierra!”
Y
mientras trepa el muro de aquella casa sigue declamando:
-
“El amor es una nube hecha por el vapor de los suspiros. Si se evapora brilla
como el fuego en los ojos que aman, si ataca se convierte en avispero”.
Mas
cuando está en lo alto de la tapia, un rayo de luna despistado le hiere en los
ojos y le muestra un grupo de doncellas paseando sonrientes en
la noche, camino de sus casas o sus hados. Y entre ellas la luna se recrea en
una hermosa melena alborozada que, con la dulce brisa de la noche, se ondula
delicada.
Y
Romeo se queda extasiado de aquella magnífica belleza, y con el rayo de la luna
va olvidando los ojos y los labios de Julieta. Y es que la dulce doncella
sonriente, la de la cruel y espléndida melena, tiene lindos ojos, alta frente,
finos pies y largas piernas. Y Romeo, mientras persigue un nuevo amor recién nacido, recita, una vez más, al dios Cupido:
-
“¡Esa dama es el sol impresionante! Surge esplendido sol, y con tus rayos mata
a la luna enferma y envidiosa, porque tú, su doncella eres brillante”.
Y
antes de visitarla nuevamente, plantada deja a la joven Capuleto, y se pierde en
las sombras de la noche, detrás de un nuevo sueño y un nuevo amor, como un
soneto.
Y
a su memoria llegan unos versos que no ha mucho rato le dijeron:
“Trata
mal al amor si él te maltrata, clávalo si te clava, y lo derrotas”.
Así
que Romeo cual veleta, desde entonces vacila y se dispersa, y su amor oscila, de
dama en dama, de doncella en doncella, tan pronto con unos nuevos ojos se
embelesa. Quizá llegue un momento en que su amor sea capaz de concentrarse en
tan solo una simple criatura. Aunque sólo sea el tiempo suficiente para
germinar y desbordarse en la locura de una pura pasión exorbitada que lo lance
a la gloria o a la muerte, en una inmortal y eterna historia digna de ser
recordada y relatada.
Y
mientras esto acontecía, Julieta, sola en su balcón, lanzaba pensamientos a la
Luna sobre lo que es un Montesco o un Capuleto, sobre el nombre de la rosa o
su armonía. Esperando enamorada un encuentro ya imposible, sin comprender que
las acciones de Romeo le han cambiado la inmortalidad por una larga vida,
aunque invisible, quizá en soledad, pero posiblemente, plena de felicidad.
Publicado por Balder
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