domingo, 16 de febrero de 2025

Romeo y Veleta

 

Andaba Romeo al alba alicaído, por el bosque de elevados sicomoros, aumentando el rocío con sus lágrimas, mientras lanzaba suspiros a Cupido.

- “¡Pluma de plomo! ¡Humo que ilumina! ¡Salud enferma! ¡Fuego congelado! ¡Sueño de ojos abiertos que no existe! Este amor siento y sale de mi aliento”.

Y es que por una joven dama los vientos se bebía, para él la más hermosa, aunque apenas siquiera conocía. Una doncella de alta cuna de Verona, que al parecer se llamaba Rosalía.

Ante semejante tristeza y desatinos, su primo Benvolio, intentando consolarlo, le decía:

- “Su semblante compara con los rostros de las otras muchachas que te muestre y verás que tu cisne es sólo un cuervo. Pon a la que amas y a otras bellas que hallarás deslumbrantes en la fiesta, y ya verás que siendo tan hermosa ¡habrá otra más hermosa todavía!

Así que se colaron en la fiesta organizada por los enemigos villanos Capuleto, el uno ansiando ver a su amada en su esplendor, y el otro intentando de lo contrario convencerlo.

Y hete aquí que Romeo se encuentra con Julieta, a la sazón la heredera de la casa, y al verla la mente se le nubla y acaba por olvidar a Rosalía.

Bailan juntos, se requiebran y se miran, y el corazón de Romeo busca ahora su nido en los ojos de Julieta. Y mientras le habla de santos y romeros, le roba un beso que a su vez el ser le arroba.

Porque ahora, en el lecho de muerte del viejo deseo, la bella por la que de amor moría en gimoteo, al lado de la tierna Julieta, ya no es bella. Y es que el amor de Romeo se ha mudado de corazón, de doncella y de faceta.

Y la fiesta concluye y los huéspedes se marchan mientras los Capuleto en su casa se recluyen. Pero Romeo, enamorado hasta el delirio, es incapaz de abandonar así a Julieta, y la cercanía de su idilio.

Y vuelve de nuevo Romeo, escondido entre los árboles, fundiéndose con la noche invicta, a lanzar suspiros y requiebros al amor ciego de Cupido:

- “¿Cómo el amor con la vista vendada puede ver el camino al que nos lleva? ¿Cómo puedo ir más lejos si se queda aquí mi corazón? ¡Vuélvete atrás, busca tu propio centro oscura tierra!”

Y mientras trepa el muro de aquella casa sigue declamando:

- “El amor es una nube hecha por el vapor de los suspiros. Si se evapora brilla como el fuego en los ojos que aman, si ataca se convierte en avispero”.

Mas cuando está en lo alto de la tapia, un rayo de luna despistado le hiere en los ojos y le muestra un grupo de doncellas paseando sonrientes en la noche, camino de sus casas o sus hados. Y entre ellas la luna se recrea en una hermosa melena alborozada que, con la dulce brisa de la noche, se ondula delicada.

Y Romeo se queda extasiado de aquella magnífica belleza, y con el rayo de la luna va olvidando los ojos y los labios de Julieta. Y es que la dulce doncella sonriente, la de la cruel y espléndida melena, tiene lindos ojos, alta frente, finos pies y largas piernas. Y Romeo, mientras persigue un nuevo amor recién nacido, recita, una vez más, al dios Cupido:

- “¡Esa dama es el sol impresionante! Surge esplendido sol, y con tus rayos mata a la luna enferma y envidiosa, porque tú, su doncella eres brillante”.

Y antes de visitarla nuevamente, plantada deja a la joven Capuleto, y se pierde en las sombras de la noche, detrás de un nuevo sueño y un nuevo amor, como un soneto.

Y a su memoria llegan unos versos que no ha mucho rato le dijeron:

“Trata mal al amor si él te maltrata, clávalo si te clava, y lo derrotas”.

Así que Romeo cual veleta, desde entonces vacila y se dispersa, y su amor oscila, de dama en dama, de doncella en doncella, tan pronto con unos nuevos ojos se embelesa. Quizá llegue un momento en que su amor sea capaz de concentrarse en tan solo una simple criatura. Aunque sólo sea el tiempo suficiente para germinar y desbordarse en la locura de una pura pasión exorbitada que lo lance a la gloria o a la muerte, en una inmortal y eterna historia digna de ser recordada y relatada.

Y mientras esto acontecía, Julieta, sola en su balcón, lanzaba pensamientos a la Luna sobre lo que es un Montesco o un Capuleto, sobre el nombre de la rosa o su armonía. Esperando enamorada un encuentro ya imposible, sin comprender que las acciones de Romeo le han cambiado la inmortalidad por una larga vida, aunque invisible, quizá en soledad, pero posiblemente, plena de felicidad.


Publicado por Balder

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