Hoy
me asusté porque por un momento sentí que no podía recordarte como eras. Temí
haberte perdido para siempre y que en mi memoria ya nunca volvieras a estar tú.
Recorrí apuradamente la casa buscando tus viejas fotografías, las de ayer y las
de hace muchos años, cuando aún no te conocía pero una pequeña parte de mí ya
habitaba en tu interior.
Tengo
miedo y ya no estás para abrazarme, ahora soy yo la que te arrulla, la que teje
historias y cuenta cuentos del pequeño Cucarachín para entretener tu
desasosiego. Me acuesto a tu lado en silencio y mientras unas cuantas lágrimas
se deslizan silenciosas por mis mejillas, me permito soñar que al girarme
reconocerás mi rostro. Te quiero, tanto como siempre o más que nunca, porque sé
que cada segundo que te estoy queriendo te alejas un poco más de mí. ¿Qué haré
cuando ya no recuerdes ni mi cara ni mi nombre un solo segundo del día? ¿Quién
seré cuando ya no sea nadie en tu memoria? ¿A dónde iré cuando no pueda ir a
esconderme en tu regazo? ¿Volverá alguien a mirarme con el orgullo silencioso
con el que tú lo hacías? ¿Me querrán alguna vez con el amor sin límites con el
que tú me querías?
Perdóname
si hoy no puedo contarte historias graciosas ni cantar contigo viejas
canciones. Pero es que hoy, por un instante, temí perder para siempre el
recuerdo de quien eras y sentí el profundo dolor de despedirme de ti un poco
cada día. Tuve miedo. Pero ya se ha ido y prometo que mañana será otro día para
bordar, reír y cantar. Te quiero.
Publicada por Farela.
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