domingo, 15 de septiembre de 2024

Cincuentonas de Compostela

 

          A veces, en noches como esta en las que no puedo dormir, de repente me acuerdo de nosotras. De las que estamos aquí, y sé que no os importa si os lo digo, muy especialmente de las que ya no están, pero -esto no es una frase hecha- siguen con nosotras.  Ya han pasado muchos años desde que sobrevivimos a aquella Compostela que de un modo u otro nos unió. Y en noches como esta donde la vida me confunde y me hace sentir insegura y muy pequeña, os recuerdo, si eso es posible, con mayor intensidad.

          Sé que la vida nos pateó el culo muchas veces y aún de vez en vez sigue dando; pero aquí estamos: Estupendas, menopaúsicas y sufridas cincuentonas.

          Y cuando pienso en nosotras, nuestras risas, nuestros llantos, nuestras voces... sé a ciencia cierta que lo lograremos. Saldremos de cada patada con el culo dolorido pero más fuerte. Sobreviviremos.

          Lo haremos porque fuimos mujeres capaces de tomar más de tres tumbadios seguidos, bajar la cuesta del Rex con unas copas de sangría, beber vino caliente en las tazas empapuzadas en siglos de tintorro de Casas Reales o porrones en el sobrado de un garito de mala muerte. Capaces de comer empanadillas de aire y cebolla del Coruña,  chorizos caseros con doble de picante y tarta de la abuela en cada cumpleaños.  Inimitables jugando a la pocha mientras se sufre una buena telenovela. Capaces de llorar con los anuncios de Renfe desde un mes antes de Navidad, de encontrar la puerta de salida de las habitaciones de las fumadoras (para sí quisiera aquella niebla en una scape room) y de luchar en arduas batallas con tan solo una vela como arma letal. Fuimos Trampas y el Virginiano. Controladoras aéreas de la barra de la cafetería de Medicina. Nos tomamos varias guindas en O Galo y aguantamos estoicamente las broncas por el café con leche y hielo (valiente estupidez) para salir de allí directamente a cantarles serenatas a las sombras de la Quintana. Caminamos hasta el Xirimbao y subimos al Pico Sacro. Nos cruzamos de madrugada en algún pasillo con alguien que tampoco es de este piso y no, no sabe dónde está el baño. Organizamos picnics improvisados de madrugada la víspera de un examen cualquiera, en cualquier salón y lloramos desesperadamente por algún que otro docente o docenta, cabrona o cabrón.

          Se me quedan muchos recuerdos debajo del pelo, pero es que ya estoy mayor y si intento sacarlos a la fuerza seguro que me arranco algún que otro mechón. Vivimos, convivimos y sobrevivimos juntas a distintas etapas y distintas historias, unos días más unidas y otros no. Pero nosotras con una vida tan rica en grandes encuentros y grandes personas, inevitablemente estamos destinadas a VENCER. No os rindáis nunca. Os quiero.


Publicado por Farela.

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