Pasa a ser todo tan trivial cuando a
alguien a quien quieres le diagnostican una enfermedad tan atroz...
Las noticias amargas de cada día, los
enfrentamientos políticos, las cansinas quejas de los independentistas, los eventos
deportivos, la estulticia tanto de nuestros dirigentes políticos como la de los
miembros de la oposición, hasta los problemas laborales de cada día... Todo
eso, y tantas otras cosas, adquieren su auténtica importancia en nuestras
vidas, (más bien ninguna), ante la bofetada de realidad que nos acaba de atizar
la vida en toda la cara con la mano abierta.
Y no puedes dejar de preguntarte que,
si como decían los antiguos israelitas, las desgracias de los hijos son
causadas por las faltas de los ancestros, ¿qué pecado tan atroz debieron de
cometer nuestros padres para que nuestros hijos sufran de tan terrible forma?
Y ya no puedes, o no quieres,
encontrar a ese Dios del amor entre tanto dolor generado, sentido o esperado,
por la propia enfermedad, por los agresivos tratamientos o por la angustia
acumulada. Y aunque sabes lo de los renglones torcidos, hoy se te antojan un
auténtico nudo gordiano.
Porque nuestro diablo de la guarda,
que nunca descansa, aunque a veces lo disimule, y que siempre está atento a
cualquier muestra de debilidad, no deja de alimentar nuestros temores, nuestras
zozobras y nuestras dudas para que nuestra mente no encuentre ni descanso, ni
paz, ni esperanza.
Pero luego ves el esfuerzo, los afanes
y las oraciones de tantas personas que se desvelan por ayudar, desde familiares
y amigos a auténticos desconocidos. De tantas personas que tratan de contribuir
a paliar el dolor, tanto el del cuerpo como el del alma, a buscar remedios y a
tratar de curar la enfermedad y sientes, aunque no lo entiendas, que los
renglones comienzan a desenredarse.
Y aunque lejos todavía de la fe de
santa Teresa, ansias que llegue el día en que puedas decir, de corazón, como
ella: “Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda; la
paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta”.
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