La frase que más odian escuchar los sanitarios es: “¿Hay algún médico en la sala... O en el avión... O en este lugar idílico de vacaciones... O incluso, en el transbordador espacial...?”
Al menos la mayoría. Ya sé que hay algunos compañeros, sobre todo de determinadas especialidades, que les va la marcha y que se regocijan con esas situaciones más que un gorrino en una charca, pero son los menos.
La mayoría no debemos de tener suficiente espíritu deportivo y, aunque nos sintamos obligados a contestar a esas llamadas, no disfrutamos precisamente con ellas.
Además que debemos de ser casi la única profesión a la que le pasan estas cosas. Yo por lo menos nunca he oído “¿Hay algún fontanero... o ingeniero... o administrativo... o abogado... en la sala?” Es más ni siquiera llamadas que serían mucho más apremiantes del tipo “¿Hay algún informático en el avión? Es que se nos ha venido abajo el sistema y si no lo solucionamos antes de tomar tierra nos vamos a jartar de tierra”. Aunque casi mejor no escucharlas ¿no?
El caso es que a la mayoría de los sanitarios esas llamadas en que se reclama nuestra presencia, ya no es que no nos gusten, es que nos agobian bastante. Primero porque, aunque el personal no lo sepa, poco se puede hacer hoy en día con las manos desnudas. Sí, ya sé, está la reanimación cardiopulmonar básica en una parada cardiorrespiratoria, que es muy espectacular... y muy angustiosa. Pero lo más frecuente es que la causa de la llamada sea un síncope, un mareo, un desmayo, una hipoglucemia, o cualquier complicación en relación con alguna patología crónica que tenga el paciente y que desconocemos. Porque el primer problema es diagnosticar lo que ha sucedido, que salvo que haya algún acompañante del paciente que nos oriente sobre las enfermedades del afectado, constituirá nuestro primer reto para no meter la pata y empeorar la situación.
Y como la mayoría no solemos salir de casa, ya no con un TAC portátil o una Resonancia de bolsillo, (hay que ver lo irresponsables que somos), es que ni tan siquiera con un fonendoscopio, y como la mayoría de los ciudadanos de a pie no llevan su historia clínica en el bolsillo, pues nos es complicado llegar a un diagnóstico que no sea meramente especulativo. Ya saben, del tipo: lo más frecuente es lo más frecuente.
Y como lo fundamental es primun non nocere, (lo primero es no hacer daño), en la mayoría de los casos poco más podemos hacer aparte de llamar a los servicios de urgencias, colocar a la persona en posición de seguridad, (apartarla del tráfico para que no nos la lesionen más, tumbarla sobre el costado izquierdo y abrigarla si hace frío, o ventilarla si hace calor) y, sobre todo, quedarnos a su lado protegiéndola de las ocurrencias peregrinas que intentarán llevar a cabo todos los testigos. Que no son pocas. Porque no, no es conveniente hacerle beber a una persona inconsciente, y menos alcohol, por mucho que sea estimulante. Ni es beneficioso incorporar a una persona que apenas se tiene en pie, salvo que pretendamos que vuelva a caerse y se descalabre definitivamente. Ni quitarle el casco a un motorista accidentado, a menos que queramos romperlo del todo. También suele ser útil no rodear al enfermo chorrocientas personas y dejar que circule el aire para que pueda respirar en paz... Y debemos realizar todo eso mientras respondemos a las peculiares cuestiones de la gente y les explicamos porque hacemos lo que hacemos y no hacemos lo que no hacemos. Que no faltarán críticos que miraran por encima del hombro al sanitario, sobre todo si es joven o mujer.
Porque, por poner un ejemplo, si el paciente habla no hay que darle masaje cardíaco, ni mucho menos practicarle la respiración boca a boca, porque seguro que tiene pulso, a menos que sea un zombi o un vampiro, en cuyo caso, créanme, tampoco es conveniente intentar reanimarlo.
Y todo esto todavía puede ser mucho más “divertido” si sucede en un avión en vuelo, donde, además de la presión de la situación en sí, se une la de la tripulación y la del comandante, urgiéndote a que les indiques que afección tiene el paciente, (que como ya he dicho lo más probable es que no tengamos ni puñetera idea de cual es), y sobre todo si es lo suficientemente grave como para interrumpir el trayecto y aterrizar el avión en el aeropuerto más cercano, dejándote a ti la responsabilidad de interrumpirles el viaje y con él los posibles enlaces, las vacaciones, o la travesía sin más, al resto del pasaje.
Con lo que comprenderán que, en general, no disfrutemos con esas situaciones y que hasta donde podamos las intentemos esquivar.
Así que si alguna vez piden un médico en la sala, diríjanse a la persona que está mirando al suelo y haciendo como que aquello no va con ella. Seguramente será un sanitario disimulando y rezando porque encuentren a otro antes que a él.
Publicado por Balder
Me ha encantado!!!! Es talmente así :):):) Yo, en el peor de los casos, señalo a mi acompañante habitual y suelto “él es médico “ y me hago a un lado :):):)
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarEs una descripción auténtica de la realidad, con un sentido del humor maravilloso. Lo que ocurre en las películas/series es solo peliculero....la realidad es la que es.
ResponderEliminarBonito relato, me ha encantado.
Fdo: una doctora que, aunque le va la marcha (ya menos) nunca elegiría ser esa gorrina en la charca.
Muchas gracias Sandra. 😘😘
EliminarMe ha gustado mucho este y también los otros relatos que he leído. El de hoy, especialmente. Me declaro vuestro fan. A ver si oigo algún día: lo de hay un carpintero en la sala ? Y ya te diré como actúo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarCuando surja lo del carpintero en la sala, ya me comentará.