El camino que conduce al abismo y la soledad está empedrado
con las palabras que nunca dijimos, con los gestos de agradecimiento que nunca
hicimos, con las preguntas que dejamos flotando en el aire. La soledad absoluta
es un monstruo que se alimenta de infinitas soledades ínfimas, de momentos en
los que no hubo una mano amiga, una palabra afable, una sonrisa de aliento. Su
soledad se construyó así, poco a poco, piedra a piedra y acabó por hundir el
suelo falsamente empedrado bajo sus pies.
Algunas personas siempre se sienten solas, como piezas de un
puzle incompleto en el que sin embargo no son capaces de encontrar su lugar.
Piezas perfectas, sin una falla aparente, pero que para encajar necesitan
encogerse, deformarse y forzar su entrada en un hueco que no es el suyo, en un
espacio diseñado para otra persona y otro tiempo, en una cárcel de la que no
encuentran la fuerza necesaria para huir y en la que permanecen a disgusto,
destruyéndose, rompiendo una parte de si mismas que acaba dejándolas
incompletas e incapaces para ocupar el lugar al que realmente estaban
destinadas. Permanecen encogidas con una mezcla de miedo y esperanza, con un
deseo inconfesable de que sea el propio puzle el que acabe expulsándolas
abruptamente, temerosas del daño que acarree para otros la onda expansiva de su
propia destrucción.
Hace tiempo que he aprendido a no forzarme para encajar, a no
desear nada, a no esperar a nadie. Hace tiempo que he aprendido que la soledad
es un lugar cálido y acogedor al que puedes dejar pasar a algún invitado, pero
en el que nadie debe de quedarse para siempre. La soledad, tú soledad, es un
lugar sagrado en el que te encuentras con la verdad desnuda, con los ojos sin
filtros y las miradas sinceras que se esconden detrás de las sonrisas sociales
y las palabras de compromiso. Donde los silencios se hacen más intensos y
puedes distinguir con absoluta nitidez que el camino que seguías solo conduce
al abismo. Que las palabras que no te dijeron, que los gestos de agradecimiento
que esperabas, que las preguntas nunca formuladas eran un empedrado sobre la
nada de las personas que te rodeaban. Entonces y sólo entonces comprendes que
no eres una pieza, eres un puzle en ti mismo en el que puedes realizar
infinitas combinaciones si eres lo suficientemente flexible y lo
suficientemente lúcido para comprender que las miradas de los demás no
importan, o importan tan solo lo justo y necesario.
Publicado por Farela
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