domingo, 20 de noviembre de 2022

Miedos atávicos y miedos culturales

 

Decía Lovecraft que “la emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”.

Es muy cierto que el miedo es una emoción antigua y necesaria que nos protege, que nos ayuda a enfrentarnos a toda clase de peligros y que nos permite responder ante situaciones de riesgo de forma eficiente dotándonos de la suficiente energía como para poder luchar o huir de la amenaza que lo provoca.

Y posiblemente también sea muy cierto, como afirmaba Lovecraft, que muchos de nuestros miedos surjan del temor a lo que nos está oculto o a lo que ignoramos. Al fin y al cabo el miedo a la oscuridad no es a la oscuridad en sí misma, sino a lo que esta nos esconde y a lo que nuestra mente y nuestro subconsciente imaginan detrás de las sombras.

Y es que nuestro subconsciente acapara muchos y diferentes miedos que una imaginación fértil es capaz de combinar, reconducir y hacer resurgir en cualquier momento de incertidumbre, de inseguridad, o de ignorancia. Y entre estos diferentes miedos, los hay atávicos o innatos, los hay personales y propios de cada uno y luego están los miedos culturales.

Los miedos atávicos son aquellos que acompañan a la humanidad desde el principio de los tiempos. Están inscritos en nuestros genes y su función es alertarnos del peligro y de las amenazas para asegurar la supervivencia. Cualquier ser humano los entiende y los ha sentido en más o menos ocasiones. Son el miedo a la muerte, a la soledad, a la pérdida de nuestra autonomía, a la mutilación y al daño de nuestro ego o a la humillación. Y de ellos, de sus variedades y de sus combinaciones, surgen la mayor parte del resto de nuestros temores más profundos.

Luego están los miedos personales. Al igual que el resto de animales aprendemos a tener miedo de aquello que nos causa dolor o sufrimiento según nuestra experiencia personal. Cualquier estímulo que pueda poner en peligro nuestro bienestar físico o psicológico activa la respuesta de miedo. Pero además cualquier estímulo que previamente no suscitaba miedo acaba provocándolo a consecuencia de su asociación temporal con otro estímulo que sí lo provoca. Y como el miedo también tiene un importante componente psicológico y afectivo, el mero recuerdo del estímulo o de las circunstancias o elementos que asociamos al mismo nos hace anticipar y recrear antes de tiempo las sensaciones de angustia y de malestar sin que esté presente la causa que las origina. Así aprendemos a tener miedo a diferentes estímulos que no lo provocaban originalmente ni tienen motivos reales para ser temidos.

Finalmente están los medios culturales. Porque muchos de nuestros miedos tienen connotaciones sociales y son aprendidos o adquiridos a través de la interacción con nuestro grupo.

Y estos son los que me parecen más interesantes, porque dependen de la historia, de las leyendas y, como su nombre indica, de la cultura propia de un pueblo. Pueden variar enormemente de una sociedad a otra y si los analizamos en profundidad nos dicen mucho de cómo es una determinada cultura. Así en colectividades muy cerradas nos encontramos con el miedo a los extraños o a lo foráneo; en la Europa medieval, con una sociedad tremendamente impregnada por la religiosidad, el principal miedo cultural era a todo lo relacionado con el Diablo y con lo sobrenatural; en el siglo XIX con la burguesía recientemente llegada al poder en detrimento de la aristocracia, resurgió el miedo a los vampiros, encarnados en un noble inmortal que chupaba la sangre y la vida de los plebeyos y de los burgueses para mantener su propio poder y su inmortalidad; y por otra parte en ese mismo siglo de las luces y del resurgimiento de las ciencias y de las tecnologías, que parecían iban a solucionar todos los males de la humanidad, surgió el mito del monstruo de Frankenstein, que aglutinaba el miedo a la ciencia y a las tecnologías incontroladas que se presentaban casi como una nueva religión y que, atentando contra las leyes de la naturaleza, intentaban rivalizar con Dios, creando y destruyendo la vida… Sí, lo cierto es que estudiar los miedos culturales de un pueblo nos dice mucho de cómo es este realmente.

Y si esto es así, debería de hacernos pensar el que, en nuestra sociedad actual, el terror que ocupa la mayoría de nuestros mitos, incluidos libros, series, películas, videojuegos y hasta leyendas urbanas, lo constituyan los zombis, unos seres sin inteligencia ni vida real, (al fin y al cabo son muertos vivientes), que deambulan sin orden ni control y que solo ansían devorar nuestros cerebros y la poca inteligencia que podamos conservar para convertirnos en uno de ellos.


 Publicado por Balder

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