Por si te vas

     Hoy la casa está plagada de fantasmas. Comenzaron a ocuparla desde el instante mismo en que cavasteis los cimientos y ahora afloran a la superficie desde el lugar en el que por voluntad propia eligieron reposar, ascienden desde lo más profundo de la tierra, desde las corrientes subterráneas y ocupan el aire como jirones deslavazados de la memoria de la casa que ellos y nosotros compartimos.

     Vengo a verte y nos visitan, se pasean entre tus ojos y los míos, a veces con un gesto cálido y amable, repleto de amor, y otras con medias sonrisas y quizá un poco de miedo a ser desalojados para siempre del lugar que ahora ocupan en nuestras vidas.

     Son tuyos y sé bien que regresan porque tú los llamas, te pertenecen e imagino que dentro de tu mente cansada entonan un canto unísono e inequívoco en el que intentan desesperadamente llamar tu atención hasta ocupar el primer lugar en el espacio de tus recuerdos y es quizá por eso que ahora, tan a menudo, los confundes.

     No me molestan. Cuando ya no estén yo también me habré ido, mientras sigan aquí unos días soy alguno de ellos y otros días tan sólo soy yo misma, ese yo que más tarde o más temprano se desvanecerá en el aire para siempre porque cuando ya no puedas recordarme ni reconocerme, una parte de quién soy y de quién he sido morirá para siempre. Atesoras en tú interior, como un buen amigo me dijo hace poco, recuerdos que solo tú conoces y que ya no podrás compartir conmigo. Recuerdos no solo míos y de los que me precedieron, sino de instantes a solas con los que tanto amo, de mi hija, de mi marido, de mi padre… recuerdos que se perderán para siempre en esa nube extraña en la que ahora comienzas a refugiarte cada vez con más frecuencia.

     A lo mejor te presiono demasiado, te acribillo a preguntas, intento que me cuentes historias de tu pasado, de nuestra familia y no me importa mucho que sean confusas, porque mientras te escucho vuelvo a ser niña, vuelves a contarme un cuento o a contestar la lista interminable de preguntas sobre el pasado con la que os atosigaba a todos día y noche… Pero es que necesito aferrarme desesperadamente a estos instantes en los que tú aun puedes compartir conmigo un mundo en común que todavía no estoy preparada para despedir.

     He leído todos los libros, he revisado todas las historias de miles de pacientes en mi cabeza, he vuelto a ver ante mí miradas perdidas o llenas de esperanza, conozco los pasos, los tratamientos, los juegos, las fotos adecuadas, pero sigo teniendo miedo a no saber cuidarte, a que de algún modo vuelvas a sentirte abandonada, como muchas veces a lo largo de la vida, dura y peleona que te tocó vivir. No podría soportarlo, no podría soportar el dolor de hacerte daño, porque ahora que la vida da una de sus vueltas de sartén en el aire y el cuidador pasa a ser cuidado, la responsabilidad pesa sobre mis hombros con la fuerza demoledora de un planeta.

     Aceptaría gustosa que me desalojases del edificio convulso de tu memoria si me prometes quedarte para siempre en el lado feliz de los recuerdos, si consigo que vivas los últimos años de tu vida en un mundo de tardes de primavera con tu abuelo cuando eras niña, del olor amable y acogedor de la piel de tu madre, de su cocina y sus canciones, de bailes y bromas con tus amigos, de amor y esperanza, de sueños e ilusiones. Seré en cada instante quien tú quieras y necesites que sea si me regalas cada día esa sonrisa confiada. Pero si no puedes, si por algún extraño capricho del destino, algún día que otro vienen a sacudirte los fantasmas más oscuros de tu pasado, y te entristecen o te irritan, tampoco pasa nada, yo te querré siempre, seas como seas, camines hacia donde camines y me conozcas o no, y lo haré no solo porque me regalaste dos vidas, la mía y la tuya, sino porque lo único que sé y sabré a ciencia cierta y para siempre es que aunque tú no puedas recordarlo me has querido más de lo que nadie podrá quererme en la vida.

     Gracias.

 

Publicado por Farela