domingo, 2 de enero de 2022

El fin de un año

          Por fin ha concluido este 2021. Es posible que ningún otro año en mucho tiempo fuera acogido a su llegada ni con tanta esperanza, ni con tanta ilusión. Sobre todo teniendo en cuenta el que le había precedido. Lo cierto es que lo tenía fácil para ser recordado con agrado, pero se ha esforzado en dar la nota, y a fe que lo ha conseguido.

          Todo empezó con el Brexit, que por fin se materializó, para gran regocijo de los hijos de la Gran Bretaña. Aunque poco habría de durarles la fiesta a los súbditos de “su graciosa, puesto que su divorcio de Europa les ha acabado ocasionando, amén de conflictos con sus antiguos socios, déficit de suministros, de empleados y de camioneros. Y es que ya saben lo que se dice, “si hay camioneros es que ahí se come bien”... pues eso...

          Y apenas había comenzado el año cuando vimos como unos individuos disfrazados de chamanes indios, de rebeldes sudistas, o directamente de mamarrachos, asaltaban el edificio símbolo de la libertad y de la democracia de su país. Y con la excusa de que defendían esos valores casi se los consiguen cargar.

          Luego vinieron tormentas y nevadas que paralizaron varios países, incluida media España. Y una borrasca con nombre de señora mayor paralizó Madrid. Ese Madrid de “libertad” y de café con leche en la Plaza Mayor, revelando que, como en tantas otras cosas, en infraestructuras estamos mucho peor dotados de lo que precisamos y de lo que nuestros políticos dicen.

          Y eso era solo en enero. El año apuntaba maneras, y cumplió las expectativas con creces. Porque después de eso tuvimos: Un bloqueo del canal de Suez que demostró que un error humano puede detener el comercio mundial y hasta amenazar el statu quo geopolítico planetario; La constatación de que se puede utilizar a la pobreza y a los inmigrantes como arma arrojadiza; Inundaciones en medio mundo y en concreto en Centroeuropa, como hacía decenios que no había habido, con cientos de fallecidos; Y en el verano olas de calor en Norteamérica que literalmente incendiaban los bosques, además de causar centenares de muertes.

          En la política doméstica descubrimos que una moción de censura en Murcia podía derribar un gobierno en Madrid, y como y para variar, mientras los políticos iban a lo suyo a los ciudadanos nos mandaban “vaffanculo”.

          En agosto, y mientras Messi lloraba su cambio de equipo, que al parecer si no lo hacía no llegaba a fin de mes, contemplamos ojipláticos como Estados Unidos abandonaba Afganistán a su suerte, y los países con gobiernos democráticos éramos derrotados, tras veinte años de guerra, y expulsados ​​de aquellas tierras por un puñado de violentos fanáticos, eso sí, testarudos y duros como las montañas que los criaron. Y con esa derrota humillante e instructiva dejamos abandonados a su suerte a todo un pueblo, especialmente a sus mujeres.

          Más tarde un volcán resurgió en Cumbre Vieja, en la Palma, arrasando casas, cultivos, instalaciones y esperanzas. Que aunque en este año ha habido muchos terremotos y bastantes volcanes han erupcionado, sin ir más lejos el Etna y el Stromboli en Italia o el Fagradalsfjall (el del gato) en Islandia, este de la Palma nos duele más porque es nuestro.

          Aún ha tenido fuerzas 2021 para despedirse con inundaciones en el norte de España y así demostrar que nunca llueve a gusto de todos. Y para fin de fiesta una inflación desmedida, especialmente de los precios de la energía, que se ha traducido en unas facturas de la luz que nos han hecho perder el miedo a la oscuridad. 

          Y todo esto sin que dejaran de suceder a lo largo del año otros acontecimientos luctuosos como atentados terroristas en medio mundo, inmigrantes ahogados en el mar día sí y día también, mujeres y niños maltratados y asesinados donde deberían de encontrarse más protegidos, o locos que se dedicaban al tiro al blanco, o al negro, en los Estados Unidos de Norteamérica. O sin que concluyeran alguna de las más de diez guerras, como la de Siria, que persisten activas a día de hoy. Acontecimientos que no por no dejar de suceder, sino por su triste cotidianidad, casi han dejado de ser noticia.

          Y por supuesto todo envuelto y mediatizado por la cansina pandemia, que ha seguido azotando al planeta a lo largo de todo el año, y que permanece especialmente activa a fecha de hoy, manteniéndonos atascados en un eterno día de la marmota, y que ha llevado la cifra oficial de muertos a cerca de cinco millones y medio de personas en todo el mundo. Aun a pesar de que por fin disponemos de las, hasta hace cuatro días, anheladas y hoy casi vilipendiadas vacunas. Al menos en el primer mundo, y para el que ha querido ponérselas, que lo de África clama al cielo y a los derechos humanos.

          Y para amenizar todo el conjunto hemos redescubierto la palabra “negacionista”. Porque en este año se nos han revelado negacionistas de toda clase y condición. Y a los clásicos que niegan el holocausto y a los terraplanistas, se han unido los negacionistas del voto por correo, los de la nieve, los de los virus, los de la inflación, los de los volcanes, los de los dinosaurios, ¡y hasta los del clítoris! Y por supuesto, y como reyes del mambo, los negacionistas de las vacunas, o de la vacuna, que serán pocos, pero que cunden en las redes más que el Fairy en Villarriba.

          En fin, que nos quejábamos de 2020 y este que termina le ha superado con creces tanto en acontecimientos infaustos como en políticos y personajes “peculiares”.

          Y ahora que concluye 2021, en buena hora, después de todo lo vivido y de todo lo sucedido, y mientras miro con resquemor y desconfianza al nuevo año que comienza, me entero de que han encontrado en China un embrión de dinosaurio perfectamente conservado, y en la Luna un extraño cubo que intriga a los astrónomos... Así que sólo me sale decir aquello de “mira, yo voy a pisar lo fregao, que me da igual todo ya...”



Publicado por Balder

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