Me encanta viajar
en el metro de una gran ciudad, especialmente en el de Madrid.
Publicado por Balder
Caminar sin
prisas por esos túneles refulgentes de luz artificial, a una hora en la que no estén ni demasiado saturados, ni demasiado vacíos, te permite contemplar la compleja variedad
de tipos que los transitan y disfrutar de la esencia de la humanidad en estado
puro. Solo hay que prestar un poco de atención para poder hacerlo.
Ya nada más
entrar y mientras tus pasos te dirigen al andén que buscas, quizá escuches a
lo lejos una música que se va acercando a ti, melodiosa o estridente, hermosa o
prosaica, triste o incongruentemente absurda y, conforme diriges tus pasos
hacia el artista callejero de donde brota, va impregnando tus pensamientos de
sus sentimientos.
Caminando por
esas galerías he disfrutado de intérpretes absolutamente increíbles, en todos
los sentidos de la palabra. Desde violinistas que empapaban la atmosfera de
pura belleza a músicos callejeros que más que ejecutar la obra musical, la
ajusticiaban junto a los oídos y a la sensibilidad de los que les escuchaban.
Desde alegres percusionistas africanos golpeando frenéticamente los más
variados objetos, a ancianos que, más que tocar, acariciaban sus instrumentos y
extraían de ellos melodías etéreas y cautivadoras.
De cualquier forma,
esos sonidos, junto con los más bulliciosos que proceden de la apresurada
multitud, parece como si fueran indicándote y dirigiendo tu periplo.
Luego, ya en los
andenes o en los vagones, te ves envuelto en los seres más dispares y
peculiares que pudieras imaginar. Desde señoras con caras cansadas que vuelven
de su trabajo o de la compra, a jóvenes estudiantes que arrastran sueños
perdidos en lucha contra las clases y los exámenes. Aquí y allá alguna mascarilla aislada y rezagada, recordatoria de tiempos peores y aún no pasados del todo.
A tu lado una
delicada joven, consciente de la belleza sutil de bailarina que emana su
cuerpo, la reafirma llamando la atención bajo un sombrero de gánster.
Un poco más allá
un joven, que no puede negar su sangre altiplana, con el rostro marcado por el
acné y un traje tan de los domingos que roza la exuberancia y la chabacanería,
sueña quimeras de baile y de salsa.
En el otro
extremo del vagón, una pareja de enamorados, ensimismados el uno en el otro,
ajenos al resto del mundo, no se percatan de la niña que, aferrada a la mano de
su madre, no deja de mirarlos absorta.
En la siguiente
estación sube un joven negro abrazado a una pelirroja de rasgos irlandeses. Y
tras ellos unos pelos azules y rosa chicle frente a otros con peinados
imposibles de laca o de gomina.
Aquí y allá
calvas orgullosas y brillantes frente a otras vergonzantes que se esconden tras
matas raquíticas de pelo lacio y grasiento. O hiyabs que ocultan el cabello frente
a otros pañuelos que cubren el dolor de tratamientos agresivos.
Un obrero, cansado y sudoroso, se apoya somnoliento en una barra mientras a su lado un anciano
apocado y nervioso protege, abrazándolo, un ajado cartapacio. Y junto a ellos
dos mujeres de la mano que trasmiten su orgullo.
Y muchas de esas personas entretienen el tiempo del trayecto sumergiéndose en diferentes
lecturas. Unos con artilugios electrónicos, otros, los menos, con libros de papel y la abrumadora mayoría con teléfonos móviles que los abducen y a los que
dedican sonrisas, escrituras y hasta parrafadas verborreicas.
Y en medio de
todo eso se puede contemplar la indolencia o el egoísmo en su estado más puro;
desde esos indiferentes que no ceden su asiento a quienes más lo pueden
necesitar, a los que miran con desprecio o simplemente ignoran con apatía a
cualquiera que intenta reclamar su atención mediante alguna de las miles de formas de
dolor que acompañan a los seres humanos.
Así que el metro
es un espectáculo en sí mismo. Al menos para los ojos que quieren verlo. Y una
muestra significativa de la humanidad en su estado puro.
Si algún día una
mente extraterrestre quisiera estudiarnos, no hallaría una mejor representación
de la humanidad que dándose un paseo por el “metropolitano”.
Gracias por darnos la oportunidad de acompañarte en este viaje tan real como emocionante
ResponderEliminarGracias a usted por su comentario.
ResponderEliminar