Cuando tenía 16 años, formé, con algunos amigos, un curioso grupo con pretensiones artísticas. Cada martes acudíamos a la antigua Biblioteca Municipal de Ferrol que muchos aun recordareis en la segunda planta del Ayuntamiento. Bajo el impagable mecenazgo de la bibliotecaria, nos reuníamos en un pequeño cuarto con vistas a la Plaza de Armas. Todavía puedo cerrar los ojos y sentir nuestros pasos apresurados por las escaleras, la tenue luz del invierno y las gotas de lluvia deslizándose silenciosas por los cristales. Veo con nitidez las viejas vitrinas llenas de libros antiguos y percibo el olor del polvo que desde los años cuarenta se aposentaba en algunos inaccesibles rincones.
En aquellas reuniones se hablaba de política,
de cine, analizábamos cuadros en pesados tomos de antiguas enciclopedias (ya sabéis,
temas realmente trascendentales como la asimetría en el rostro de la Gioconda o
los mensajes esotéricos en la obra de Poussin). Escribíamos para leer luego en
alto nuestros textos y someterlos a las feroces críticas de los demás, bajo la
atenta mirada de aquella singular mujer que, ahora lo sé, nos entendía mejor
que nosotros mismos.
Aquellas reuniones aún se prolongaron durante
nuestros primeros años de universidad. Sé que alguno de mis amigos se perdió en
la movida madrileña, (sí, ya soy tan mayor, pero no recuerdo el corsé, eh), otros
se dedicaron a la escena de modo profesional y no les ha ido mal. Los demás
andamos por aquí aprovechando el anonimato de "las redes" para torturar a
propios y extraños.
No penséis que ando como alma en pena buscando
"glorias" pasadas, es que en un compulsivo ataque limpiador de madre
con nido vacío, me encontré alguno de aquellos escritos; de una época donde
todo despertaba nuestra curiosidad pero donde había un motor importante que
forma parte de nuestro bagaje como humanidad, un afán infinito por buscar y un
anhelo desesperado por ser buscado; pero sobre todo la necesidad imperiosa de
encontrar y ser encontrado.
De aquella época un poemilla:
"Algunos hombres
saben a tierra
a hierba fresca
recién cortada.
También hay hombres
sabor a cielo
De aquella época un poemilla:
"Algunos hombres
saben a tierra
a hierba fresca
recién cortada.
También hay hombres
sabor a cielo