domingo, 28 de junio de 2020

El cine


No recuerdo la primera película que vi en mi vida. Aunque tampoco recuerdo los primeros pasos que di en mi infancia.
Tengo recuerdos aislados de ir de muy niño con mis padres al cine, y de beber allí, en la oscuridad misteriosa de la sala, de una botella de cristal con tapón de corcho, un agua que conservaba exóticos sabores de las bebidas que anteriormente había contenido el recipiente, y que a mí se me antojaban procedentes de más allá de la pantalla.
Recuerdo la felicidad de ir con mi padre a las sesiones matinales de los domingos. Y de aquellas sesiones guardo en mi memoria fotogramas aislados en blanco y negro o en tecnicolor, el grito de Tarzán, el habla graciosa, atropellada y característica de Cantinflas, el sonido de los disparos en las películas del oeste, y el tintinear del choque de espadas esgrimidas por mosqueteros o por individuos enmascarados.
Luego recuerdo películas de aventuras los sábados por la tarde. Y películas de estreno en grandes salas de cine con telones inmensos que se abrían al tiempo que se oscurecía la sala y comenzaba la proyección de las mágicas imágenes.
Recuerdo desternillarme con Charlot, con el Gordo y el Flaco o con los hermanos Marx. Y recuerdo a Gary Cooper, peleando en la selva filipina, lanzando velas que simulaban ser cartuchos de dinamita; a Errol Flynn, con el sable en la mano y el estandarte del séptimo a su espalda, mientras sonaban los acordes de Garry Owen; y recuerdo a Gregory Peck al timón de La Peregrina, con todo el trapo suelto, intentando alcanzar a la Santa Isabel del Portugués.
Recuerdo la última película que fui a ver al cine con mis padres, “Star Wars”, (entonces no era ni episodio IV, ni una nueva esperanza), y recuerdo la primera película a la que llevé a mi hija, “La dama y el vagabundo”. Y también todas las que descubrió a mi lado, años después, y de las que espero que haya disfrutado.
Recuerdo la última película que vi con aquella chica, cuando ya estaba todo el pescado vendido, y la primera que vi con mi mujer, cuando aún no lo era... Aunque lo cierto es que nunca conseguimos ver el final de “Tras el corazón verde”.
Recuerdo películas que me impresionaron tanto que no me he atrevido a volver a ver jamás, temeroso de que pierdan su encanto y me defrauden. Y recuerdo películas que he visto incontables veces, y que en cada nuevo visionado me siguen embriagando y emocionando, y en las que siempre descubro nuevos detalles.
Recuerdo comedias, dramas, westerns, historias de terror, de pasión, de superación, de aventuras… Historias que me gustaron o que me angustiaron, que me enseñaron o de las que simplemente disfruté.

          En el cine he descubierto y amado lugares, ciudades y países aun antes de haberlos visitado, y ello me ha permitido disfrutarlos doblemente cuando finalmente llegué a ellos en persona.
Y es que el cine y las películas son parte de mi vida, y aunque no sean la parte más importante, sí que me han acompañado en todas las etapas más importantes de mi existencia.
Cuando en el siglo XVI apareció un arte nuevo que suponía la reunión de todas las otras artes, de la música, de la poesía, de las artes escénicas, de la pintura, del maquillaje y del vestuario, de las artes plásticas, de la decoración y hasta de la arquitectura, sus contemporáneos le llamaron “la Ópera”, la obra, por ser el trabajo y el arte por antonomasia. Pero si hoy en día hay un arte que merezca tal nombre ese es el cine. El buen cine.
Pero es que el cine es algo más. Mucho más.
El cine es entretenimiento y emoción. Es angustia, es sentimiento, es descubrir lugares, historias, sueños y otros mundos fuera de este mundo. Es conocer a la parte contratante de la primera parte. Es llorar viendo a una niña con un abrigo rojo caminando en medio de la gris desolación. Es aprender por qué es pecado matar a un ruiseñor. Es comprender que el miedo es el camino hacia el lado oscuro. Es recordar que siempre nos quedará París. Es descubrir lo que realmente significa Rosebud. Es hacer una proposición que no pueda rechazar. Es no poder dejar de sentir un escalofrió tras las cortinas de una ducha. O no poder dejar de pensar en “dar cera, pulir cera”, mientras lavas tu coche. Es sentir angustia al recordar un cochecito de bebé precipitándose por una escalinata. Es llegar a ser un gourmet degustando una bota guisada. Es comprobar que en un camarote de barco, por pequeño que sea, siempre cabe una persona más, y dos huevos duros. Es sentir envidia al ser consciente de que nunca serás capaz de bailar como Fred y Ginger “cheek to cheek”. Es tener miedo a un tiburón, a una momia, o a quien no suele beber… vino; pero también a una bandada de pájaros, a unos niños de ojos brillantes, o a quedarte dormido junto a unas plantas de vainas gigantes. Es saber que elegiste un mal día para dejar de fumar, o para dejar de beber, o para dejar de oler pegamento. Es notar un nudo en el estómago al leer en un reloj de plata la inscripción “por si nos olvidamos”. Es poder descubrir la frontera antes de que desaparezca. Es haber cazado junto a Dersú Uzalá, vuelto a Tara con Scarlett O´Hara, conversado con Jay y Bob el silencioso, viajado con Thelma y Louise, disparado desde un pescante con Ringo Kid, salvado el mundo con Leeloo, defendido una causa perdida con Atticus Finch, pasado miedo con Ellen Ripley, y terror con el coronel Kurtz, desayunado en Tiffany con Holly Golightly, y peleado junto a Iñigo Montoya, Beatrix Kiddo, Madmartigan o Anakin Skywalker. Es soñar con volver a Manderley, por un camino de baldosas amarillas, sabiendo que nadie es perfecto, mientras una puerta se abre dejando ver a lo lejos Monument Valley. El cine es, en definitiva, la materia de la que están hechos los sueños.

Publicado por Balder.

2 comentarios:

  1. ¡Que precioso artículo!
    ¡ Como disfruté leyéndolo!Me hizo evocar una a una todas las peliculas de mi vida que curiosamente coincidían con las del autor del artículo. Yo sí recuerdo mis primeras películas
    que nos proyectaba mi tío,gran aficionado a las novedades,en un precioso y carísimo proyector.
    Todos mis primos y hermanos,en completo silencio ,nos sumergiamos en ese mágico mundo.
    La primera fue : La diligencia,en las escenas de accion.¡ Una maravilla!. Las películas de Charlot.Ben Turpin ,Harol lloyd,y los
    fantásticos, El gordo y el flaco.
    Una fábula: El niño goloso.
    Gracias por su maravilloso trabajo,me ha hecho pasar unos momentos deliciosos.Lo volveré a leer más veces y empaparme
    en el.

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    1. Muchas gracias por sus comentarios y por sus recuerdos.
      Siempre es agradable encontrar a otros amantes del buen cine.

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