viernes, 21 de septiembre de 2018

Día mundial del Alzheimer



Si no te fías de tus propios recuerdos, ¿de qué te puedes fiar?

No hay nada más angustioso que sufrir una mente desnuda de sus recuerdos, de sus capacidades, y de su esencia misma.
Y esta es la angustia que viven cada día todas las personas que sufren una demencia. Y la que padecen todos aquellos que ven a sus seres queridos pasar por esta enfermedad. Sobre todo si les toca el trago de ser los cuidadores de aquellos que les cuidaron. Ver el deterioro y el consumo de las que antaño fueron mentes brillantes, amables y queridas; ver el deterioro de los cuerpos, huérfanos de su entendimiento, entrando en barrena hacia la decrepitud y la decadencia, es un dolor solo comprensible por aquellos que lo han tenido que soportar.
 A veces pienso que la Naturaleza nos mortifica haciéndonos perder nuestros recuerdos personales en expiación por la lobotomía social que le hacemos a nuestra cultura, a nuestra sociedad y a nuestros jóvenes. A veces creo que la Naturaleza o la Providencia debe de considerar que si, al fin y al cabo, cada vez nos preocupamos menos por nuestra historia, por nuestros acervo cultural y por nuestra esencia social, tampoco debería de preocuparnos mucho el olvidar nuestros recuerdos personales, nuestra historia vivida, y hasta nuestro propio ser.
Pero la mayor parte de las veces pienso que eso no puede ser así. Porque nada puede ser tan cruel como para desearle o hacerle eso a un ser humano. Porque no hay nada tan triste, tan doloroso y tan atroz como el ir perdiendo, poco a poco, los recuerdos que apreciamos, la memoria de las personas que amamos, y aún la remembranza de lo que fuimos y de lo que somos. O quizá solo hay una cosa tan triste, tan dolorosa y tan cruel, y es el ver como esto le sucede a quienes amamos. El ver su deterioro diario, y el tener que atenderlos, protegerlos y cuidarlos, como ellos nos cuidaron, hasta el punto de descuidar nuestra propia vida. El acabar siendo, día tras día, esclavos de la responsabilidad y del amor. El sentir el dolor por el ser querido, y al mismo tiempo el sentimiento de culpabilidad por desear que acabe su sufrimiento, su dependencia y su vida.
No, no puedo creer que haya nada ni nadie capaz de castigar a ningún ser humano con tamaña crueldad. Y solo puedo esperar que algún día, a no mucho tardar, logremos atajar, curar y vencer a esta epidemia mundial del siglo XXI, con Ciencia y con Conciencia social. 
Así que dedicado a todas las personas que lo han sufrido, lo sufren o lo sufrirán, bien sea en sus propias carnes o en la de sus allegados, con todo mi respeto, con mis mejores deseos y con mi más profunda solidaridad.
Si ellos ya no te recuerdan, tú no les olvides.
Visita ahora estos enlaces:
         https://www.youtube.com/watch?v=RvD7TVT27-k



Publicado por Balder

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