domingo, 24 de junio de 2018

Canas, años y vida



          Acabo de terminar de leer "Lejos del corazón", el último libro de Lorenzo Silva con el que se conmemoran los veinte años de la saga de Bevilacqua y Chamorro.
          Una de las cosas por las que me gusta la serie de libros del detective Bevilacqua es por la evolución vital de los personajes que la conforman. A la vez que vas desentrañando cada caso con ellos, libro tras libro, vas viendo cómo se te hacen mayores; como envejece, a la vez que acumula galones el detective Vila, que cuando empezó la colección era sargento, y en el último libro ya es subteniente; y como ha pasado de pesarle la edad a asumirla con estoica paciencia. Y como a la vez que envejece él, va viendo como aumentan en sabiduría y edad todos aquellos que crecieron a su vera. Ves como la guardia Chamorro ha pasado de ser una joven agente novata, universitaria y recién salida de la academia, a una curtida mujer madura, sargento primero para más señas. O como Salgado, la guardia que estaba para mojar pan, sigue atrayendo miradas, pero se nos va haciendo mayor, ahora con los galones de cabo primera. Pero lo que es peor, hasta los que eran unos pipiolos incluso para Salgado y Chamorro, como Arnau, van madurando y creciendo.
          Y eso es la vida. Por un lado se nos van muriendo o jubilando los referentes, y por otro ves como aquellos a los que apenas hace cuatro días les estabas enseñando a limpiarse los mocos, hoy son tan adjuntos como tú y que hasta empiezan a ser veteranos, aunque solo sea porque por detrás vienen otros pidiendo espacio.
          Y de repente te das cuenta de que aquel residente inexperto e inseguro que fuiste ha desaparecido hasta de la memoria de los que te rodean. En parte porque los mayores que lo conocieron se han ido, en uno u otro sentido. Y un día te levantas, llegas al trabajo, y descubres que, ya no es que peines canas, sino que eres el que más canas peina. Y que a los que en su momento fueron residentes tuyos, ya se les considera adjuntos seniors. Y si a ellos se les considera seniors y expertos, ¿qué es lo que te consideraran a ti? (Inocentes criaturas, no saben lo que dicen).
          Un día descubres que ya no están ninguno de tus maestros, y que en el fuerte, ante los malos, eres tú el que tiene que tomar la voz cantante y decidir cómo plantear la defensa y la batalla; y que ya no hay mentores a los que consultar cuando tienes esas dudas que en el fondo nunca te abandonaron, y que cuando ahora hay una intervención complicada, ya no eres tú el que pides ayuda, sino que te mandan a ti a resolver el entuerto.
          Y observas, con horror, que ya no eres el joven Ringo Kid de “la diligencia”, sino que casi eres el viejo capitán Brittles, de “la legión invencible”, ambas de John Ford, (los modelos cinematográficos me encantan y más si son westerns del viejo maestro irlandés); y ves cómo te crecen los tenientes, mientras diriges la última misión antes de la jubilación.
          Nos hacemos mayores, para bien y para mal. Es duro crecer y madurar. Sobre todo por todos aquellos que vamos dejando por el camino, de una forma u otra. En el fondo la vida es un camino hacia la soledad, donde, la mayor parte de las veces, no apreciamos las buenas compañías que se nos acoplaron hasta que no sentimos la herida de su pérdida cuando nos abandonan; y donde nos dolemos más por las despedidas que lo que nos regocijamos con los encuentros.
          Pero en el fondo, ¡qué bueno que podamos contarlo!, que lo hayamos vivido y ¡qué bueno tener canas para peinarlas!, aunque solo sea porque nos ha costado muchos años de vida llegar a conseguirlas. Y qué bueno poseer todos los recuerdos, todas las experiencias, todas las cicatrices, qué bueno poseer toda una vida, al fin y al cabo. Una vida y unos recuerdos en los que siguen viviendo todos aquellos que ayudaron a que seamos lo que hoy somos, aunque ya no estén físicamente con nosotros.
 

Publicado por Balder

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