Dice
Luis Piedrahita que nunca sabremos si llamamos a la naranja, naranja por el naranja, o si llamamos al naranja, naranja por la naranja.
Color de amaneceres cálidos, hermano alegre del ocre que tiñe de luz
calabazas, zanahorias, albaricoques y, como no podía ser de otra forma, pomelos,
mandarinas y naranjas.
Y fruta dorada, recompensa del jardín de las Hespérides que otorgaba la inmortalidad.
Al menos a los navegantes que se enfrentaban al Hades o al escorbuto.
Pequeños soles que iluminan los grises días invernales desde el árbol que añora la primavera y el olor a azahar.
Publicado por Farela y Balder

No hay comentarios:
Publicar un comentario