En ocasiones una canción trasciende de sí misma y se convierte en algo más, en un himno. Y en ocasiones un himno trasciende de sí mismo y se convierte en algo más, en el espíritu de un grupo, en su esencia e incluso en su alma. En una realidad intangible, pero a la que ese grupo puede asirse en momentos especialmente emotivos. Y en esos momentos, esa melodía, se convierte en la transmutación sonora de pertenencia con la que cada uno de los miembros del grupo puede comulgar, templar su espíritu y de la que puede obtener el valor, el orgullo, la dignidad y sobre todo la sensación de formar parte de esa colectividad.
Y cuanto más tenso y desesperado es el momento, más importante es esa melodía. Es como si la esencia de la música hiciera vibrar las almas de los que la entonan en la misma frecuencia, en una única unidad, trascendiendo más allá de un simple sentimiento gregario, haciendo que cada uno de sus miembros ponga al grupo por delante de la individualidad, y esté dispuesto a enfrentarse a cualquier imponderable, por duro o imposible que sea, e incluso a perdonarse lo imperdonable y a recuperar la autoestima, el pundonor, y hasta la dignidad perdida.
Eso explica, en parte, el porqué los mártires cristianos iban cantando a la muerte, o el porqué los pueblos prerromanos de la península ibérica morían cantando mientras los crucificaban.
Y esto ya lo entendieron los diferentes grupos sociales y los dirigentes guerreros desde antaño. Así los griegos iban a la batalla al son de flautas, los celtas y escoceses al son de gaitas, y los maorís entonaban la haka antes de cualquier confrontación. Y si hemos de creer la leyenda, los antiguos pueblos peninsulares se enardecían al son de tambores fabricados con la piel de guerreros caídos en combate.
Y por eso hoy en día se tocan los himnos antes de las competiciones deportivas o en la culminación de toda serie de actos oficiales y trascendentales.
El cine, ese arte mágico, compendio de todas las otras artes, ha sabido expresar todo esto en múltiples ocasiones, consiguiendo incluso que el espectador perciba la épica de la canción y así que se sienta perteneciente al grupo que está al otro lado de la pantalla, empatizando con ellos, enorgulleciéndose o sufriendo como si fuera uno más.
El personaje del coronel Custer lo trasmite perfectamente en la película “Murieron con las botas puestas”, cuando se está creando el mítico Séptimo de Caballería y quiere hacerles comprender a sus oficiales la importancia de un himno, como espíritu y alma del regimiento: “Un regimiento es algo más que un puñado de hombres disciplinados. Los hombres mueren, pero el regimiento no, porque tiene un alma propia e imperecedera. Bien, hay que empezar por crearla. Crear ese alma que nos pertenece a nosotros solos. Algo que nos dé ese orgullo propio que hace que cada hombre resista, y si es necesario muera, con las botas puestas. Ya el resto es fácil, se trata de trabajar, cabalgar y saber pelear”. Y en una secuencia magnífica, Raoul Walsh nos muestra como una canción, en este caso Gary Owen, puede llegar a ser el alma y el espíritu de un grupo de hombres, (o como lograr que una canción de juerga y borrachera se transforme en un himno épico) (1).
Pero si en “Murieron con las botas puestas” nos muestran como una canción se puede convertir en el alma de un cuerpo militar, hay otras múltiples películas donde se nos enseña lo que los himnos, o las canciones de grupo, pueden suponer y los efectos que pueden provocar en una colectividad en determinados momentos críticos.
Así el propio himno puede ser lo que enardezca a las masas mediante el mensaje de su letra, como la Canción del Pueblo en “Los miserables” (2).
O puede infundir valor antes del combate, como en la mítica escena de “Zulú” en la que antes del confrontamiento físico, zulús y galeses se enfrentan entonando sus respectivos cantos (3).
O puede demostrarle al enemigo que el grupo está dispuesto a mantenerse firme hasta el final, aun sin esperanza de victoria o gloria, como en la película “Oro” (4).
O puede trasmitir seguridad y profesionalidad, para convencer a un jefe desconfiado de que el grupo es capaz de todo, como en la escena del Panzerlied de “La batalla de las Ardenas” (5).
Pero además puede ser capaz de devolver el orgullo o la dignidad perdida a un grupo derrotado y vencido, como en “El puente sobre el río Kwait” (6) o con la Marsellesa en “Casablanca” (7).
O incluso una canción puede devolver al grupo que la entona, o simplemente la tararea, la humanidad perdida, como en la maravillosa escena final de “Senderos de Gloria” (8).
En fin, las canciones, las melodías y los himnos puede enardecernos, enorgullecernos, dignificarnos, consolarnos y hasta hacernos más humanos. Es el poder de la música en el espíritu humano. El arte más noble y espiritual de cuantos nos han donado las musas.
https://www.youtube.com/watch?v=w3aMRPz7Jlo
- (2) Los miserables https://www.youtube.com/watch?v=kpCehWd21c8
- (3) Zulú:
https://www.youtube.com/watch?v=CjTpZQpGCNs
- (4) Oro: https://www.youtube.com/watch?v=kaFMVAhqNWs
- (5) La batalla de las Ardenas: https://youtu.be/Zcjo9zCQdU0?si=ZNWBiIE4V3T0T276
- (6) El puente sobre el rio Kwai: https://www.youtube.com/watch?v=I_Eo2-iFCHw
- (7) Casablanca:
https://www.youtube.com/watch?v=j8LG_cyiuC8
- (8) Senderos de Gloria, (es larga pero merece la pena verla hasta el final):
https://www.youtube.com/watch?v=owz8wzMhprI
Publicado por Balder
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