En tal día como hoy, el 27 de octubre de 1553, los calvinistas suizos, tan civilizados y cívicos ellos, quemaron vivo al astrónomo, matemático, filósofo, teólogo y, por supuesto, médico aragonés Miguel Servet, descubridor de la circulación menor o pulmonar de la sangre, en Ginebra.
Y lo hicieron porque consideraban blasfemas sus ideas teológicas. Por un crimen tan abyecto como es el no estar de acuerdo con el bautismo de los niños, (él defendía que el bautismo debía de ser un acto maduro y consciente) y por discutir la naturaleza trinitaria de Dios.
Esos suizos tan liberales y tolerantes, (habría mucho que decir sobre la tolerancia helvética, incluso en la época actual), quemaron vivo al que hoy en día es considerado adalid de la tolerancia y la libertad de conciencia. Al hombre que escribió cosas como: “... ni con estos ni con aquellos estoy de acuerdo en todos los puntos, ni tampoco en desacuerdo. Me parece que todos tienen parte de verdad y parte de error y que cada uno ve el error del otro, mas nadie el suyo... Fácil sería decidir todas las cuestiones si a todos les estuviera permitido hablar pacíficamente en la iglesia contendiendo en deseo de profetizar”.
Pero no fue la primera ni la última vez en que fue condenado y quemado. La inquisición católica lo había hecho, aunque en efigie, en junio del mismo año de 1553. Y años más tarde, la Francia de Vichy fundió su estatua en 1941, dicen que por considerarla un monumento al pensamiento libre.
No hay mejor homenaje para un hombre libre, para un librepensador, que la intransigencia haya intentado quemarlo, no una, sino tres veces.
Miguel Servet (obra de Dionisio Lasuén). Paraninfo de la Universidad de Zaragoza (Antigua Facultad de Medicina). (fotografía obtenida de Wikipedia) |
Publicado por Balder
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