Ya he dicho muchas veces que una de las cosas que mejor sabemos hacer los españoles es atizarnos los unos a los otros. Y que el deporte nacional del español ha sido siempre el descalabrar al vecino, por unas ideas, por unas tierras, o simplemente porque estaba allí. Y que lo hacemos con el mismo cariño y con la misma afición ya sea el de enfrente moro o cristiano, indígena o forano, cuñado o primo carnal.
Y claro, a raíz de nuestra reciente historia, ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre cuáles son o deberían de ser los símbolos que nos representan, banderas, himnos, escudos y demás parafernalia. Y ya sé que una bandera sólo es un trozo de tela, que un himno es una música o una canción, (en muchos casos bastante mala), y que un escudo es la reminiscencia de estados y señoríos feudales. Pero lo cierto es que la mayoría de los pueblos respetan a los suyos porque ven en ellos la representación de su patria, de su tierra y de ellos mismos. Y como los españoles, además de todo, somos especialistas en regodearnos en nuestras propias miserias y en despreciar lo que somos, a nadie le extrañará que no respetemos nuestros símbolos sean estos cuales sean. Y más aún cuando en la última guerra civil media España adoptó unos y la otra media otros. Y no voy a entrar en la legitimidad de los hunos ni de los hotros. Que ya sé que unos los reinstauraron unos golpistas y los mantuvo un estado represor, aunque sean mucho más antiguos que el propio Franco, y aunque fueran adoptados o mantenidos por la mayoría de los regímenes democráticos españoles que había habido hasta entonces, incluida la primera república. Y ya sé que los otros fueron establecidos por un estado democrático, por su constitución, y que fueron abolidos tras un golpe de estado y una cruenta guerra civil. Pero es que los que ahora tenemos, legalmente en vigor, provienen de un intento de reconciliación, de un estado igualmente democrático y de una constitución aprobada en referéndum, y que en su momento fueron asumidos y aceptados por unos y por otros, incluido el PCE. Y también sé que todo es discutible y susceptible de cambio.
Pero bueno, al parecer, después de 82 años del final de nuestra última guerra civil, y de casi 45 años de la entrada en vigor de la actual constitución, las heridas siguen abiertas y la polémica sigue servida.
Y cuando se acercan estas fechas u otras parecidas, siempre aparece algún iluminado biempensante al que se le ocurre buscar acuerdos de consenso para encontrar símbolos que sean aceptados por todos, para cambiar el himno actual o simplemente para ponerle letra, (que al parecer resulta muy triste que cuando juega la selección, o ganamos alguna medalla olímpica, nuestros representantes deportivos permanezcan muy serios o emocionados mirando al infinito, pero sin poder entonar una vibrante letra patriótica). Y es que estos ingenuos no saben el ganado que manejan ni con quien se juegan los cuartos. Como si fuera fácil poner de acuerdo al personal de esta piel de toro en asuntos tan peliagudos.
Así que, a estas alturas, ya hemos visto de todo. Desde aferrarse a una o a otra bandera, como si nos fuera la vida en ello, a reivindicar banderas más antiguas, como la de la cruz de borgoña, o incluso a intentar buscar diseños nuevos más o menos variopintos.
Y respecto al himno y a su letra, pues lo mismo, que también nos ha tocado oír de todo. Los hay que, medio en serio medio en broma, han sugerido utilizar como himno desde el “¡Qué viva España!” a “La bien pagá”, pasando por “Yo soy español, español, español…” o “Suspiros de España”, (que por cierto tampoco tiene letra oficial pero que trasmite una sensación de tristeza y de dolor muy apropiada para esta pobre tierra nuestra). Y luego se han propuesto tantas y tan diferentes letras para el himno actual que lo han convertido en una de las melodías más versionadas de la historia de la música. A lo largo de los años se han escrito estrofas polémicas, políticamente correctas, exaltadas, neutras o paródicas. Y hemos tenido desde composiciones apadrinadas por organismos oficiales a otras compuestas por diferentes personajes famosos o mediáticos, pasando por pantomimas humorísticas y aberraciones que parecen surgidas de delirios lisérgicos. Así que tenemos versiones para todos los gustos, conciencias y aficiones. A mí por ejemplo y personalmente, a parte de la estrofa aquella de “gloria a la patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol”, que me parece muy poética, la versión que más me gusta, y la que mejor creo que nos representaría a todos, es la de gomaespuma que usa como elemento vertebrador nuestra dieta alimentaria.
Aunque si lo pensamos bien, creo que lo mejor es dejarlo así, sin letra. Primero porque cualquier letra quedaría como un pegote posiblemente lleno de cursilerías, segundo porque el que quiera cantarlo siempre puede tararear la música a pleno pulmón, como ha demostrado el público entusiasta en diferentes acontecimientos deportivos, y tercero y fundamental porque nunca nos íbamos a poner de acuerdo. Y porque ya tenemos suficientes polémicas internas como para buscarnos alguna más.
Pero aquí estamos, buscando nuevos motivos para tirarnos los trastos a la cabeza, muy a la española. Discutiendo y peleándonos por si son galgos o podencos los que nos acechan, mientras que se acercan y nos alcanzan los que nos van a acabar defenestrando.
Ya nos caló bien el romano aquel, Pompeyo Trogo, cuando dijo en el siglo I antes de Cristo: “Los hispanos prefieren la guerra al descanso y si no tienen enemigo exterior lo buscan en casa.”
Así que de cambiar algo, quizá lo que deberíamos de cambiar es nuestra bandera, pero no por ninguna de las propuestas por las diferentes corrientes y aficiones, sino por aquel cuadro de Goya en el que nos representó matándonos a garrotazos mientras estamos enterrados en fango y mierda hasta las corvas.
O quizá
no… O sí… O qué sé yo…
Versión del Himno con letra de Gomaespuma:
https://www.youtube.com/watch?v=3mSCOYyoq_g
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| "Duelo a garrotazos" Francisco de Goya (cortesía del museo del Prado) |
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